“Kulumbegashvili en April: Un Retrato Íntimo de la Ética y el Dolor”
Desde sus inicios, Dea Kulumbegashvili ha construido una filmografía que destaca por su exploración de la complejidad humana en situaciones de opresión, abuso y conflicto interno. Nacida en Georgia, Kulumbegashvili se ha dado a conocer en la escena internacional con una narrativa profunda y poética, en la que el minimalismo visual y el manejo sutil del ritmo subrayan sus temáticas de aislamiento y resistencia. Su debut en el largometraje con Black Mulberry (2012) y el cortometraje Léthé (2016) mostraban ya su fascinación por personajes atrapados en realidades difíciles, luchando por encontrar su identidad en medio de un contexto asfixiante.
Beginning (2020), su obra más conocida hasta la fecha, consolidó su carrera y ganó múltiples premios en festivales como San Sebastián, Cannes y Toronto. Esta película presentó a Kulumbegashvili como una voz innovadora del cine contemporáneo, capaz de abordar temas complejos como la fe, el abuso de poder y la alienación femenina con una visión sin concesiones. En Beginning, la protagonista es una testigo de Jehová enfrentada a una serie de violencias físicas y psicológicas en su comunidad. La narrativa pausada y contemplativa, los largos planos y el uso del silencio convirtieron a Beginning en una obra profundamente inmersiva, estableciendo un estilo propio que mezcla la crudeza con una delicadeza visual inusitada.
Con April (2024), Kulumbegashvili reafirma su compromiso con este estilo y profundiza en su particular enfoque ético y social. Este largometraje es una continuación en su exploración de personajes femeninos situados en el límite de sus circunstancias, sometidos a juicios externos y enfrentados a sus propios conflictos internos. April mantiene esa coherencia estilística que caracteriza su obra, sumergiéndonos en una atmósfera densa y reflexiva que invita a la contemplación y, a la vez, desafía al espectador a cuestionar sus propios valores. Esta vez, el dilema se sitúa en el ámbito médico, reflejando la obsesión de Kulumbegashvili por desentrañar los dilemas morales en situaciones de gran vulnerabilidad.
April de Kulumbegashvili se une a una tradición de películas que exploran los dilemas morales, la presión social y las complejidades del sistema de salud, especialmente desde la perspectiva de mujeres profesionales que enfrentan un juicio moral. Estas películas presentan la intersección entre el deber profesional y la ética personal, así como las dificultades de ejercer una profesión en contextos sociales restrictivos.
Un referente destacado en esta línea es 4 Months, 3 Weeks and 2 Days (2007) de Cristian Mungiu. Esta película, ambientada en la Rumanía de la era comunista, narra la historia de dos jóvenes que intentan realizar un aborto ilegal, poniendo de relieve la dificultad y el peligro de tomar decisiones reproductivas en un entorno hostil. Al igual que April, 4 Months, 3 Weeks and 2 Days aborda la falta de autonomía de las mujeres y el juicio moral que las rodea, a través de una narrativa tensa y un ritmo pausado que enfatiza el peso emocional de las decisiones que deben tomarse.
Never Rarely Sometimes Always (2020) de Eliza Hittman es otro ejemplo en este ámbito. En ella, se presenta a una joven que viaja de Pensilvania a Nueva York para interrumpir su embarazo, enfrentándose a las barreras burocráticas y sociales que limitan su decisión. Hittman utiliza un estilo similar al de Kulumbegashvili, con largos silencios y una narrativa sutil que permite que el espectador experimente de cerca la carga emocional y las presiones sociales que recaen sobre la protagonista.
Por otro lado, Vera Drake (2004) de Mike Leigh también se convierte en un punto de comparación relevante. Leigh explora la vida de una mujer de clase trabajadora en la Inglaterra de posguerra que realiza abortos clandestinos para mujeres en situación de necesidad. Cuando Vera es descubierta, el juicio social y legal que enfrenta revela el conflicto entre su vocación de ayudar y el sistema que la criminaliza. Vera Drake, como April, plantea el dilema ético y profesional de mujeres que operan en una zona gris de la legalidad, bajo la presión de una sociedad que les niega comprensión y apoyo.
Finalmente, The Light Between Oceans (2016) de Derek Cianfrance, aunque no explora el aborto, también aborda el dilema moral de una pareja que enfrenta las consecuencias de una decisión ética compleja en el ámbito familiar y profesional. Esta película, al igual que April, toca la tensión entre el deber, el amor y la presión social, con un tono introspectivo y un ritmo narrativo pausado.
Kulumbegashvili nos introduce en la vida de Nina (Ia Sukhitashvili), una ginecóloga obstetra bajo el peso del escrutinio público tras la muerte de un recién nacido durante un parto. La historia pone en primer plano las tensiones morales y la carga emocional que enfrenta esta mujer en un entorno social que le cuestiona, llegando a acusarla de practicar abortos ilegales. El dilema ético de Nina recuerda al estilo de Cristian Mungiu en 4 Months, 3 Weeks and 2 Days, al explorar cómo la autonomía personal y profesional de la mujer se ve constreñida por la presión social.
La dirección de Kulumbegashvili mantiene su característico ritmo pausado y meticuloso, un elemento que puede percibirse como una narrativa lenta pero que, en realidad, actúa para incrementar la tensión y dar profundidad emocional a cada escena. En April, los silencios y los planos largos reflejan la monotonía y el agobio emocional de Nina, sumergiendo al espectador en su conflicto interno. Este enfoque resuena con la sensibilidad estética de la directora, quien utiliza el tiempo como un recurso narrativo que permite una conexión más íntima con el personaje.
En términos de interpretación, Ia Sukhitashvili brilla en su papel, aportando una mezcla de fortaleza y fragilidad que permite comprender el peso de las decisiones de Nina. Su actuación, comedida y sin excesos, encarna la angustia y las dudas de un personaje atrapado entre su ética profesional y la opresión de un entorno que la juzga constantemente. Kakha Kintsurashvili y Merab Ninidze, en roles secundarios, complementan la historia al encarnar las distintas facetas de esa presión social, haciendo aún más palpable el dilema de Nina.
La fotografía, caracterizada por colores apagados y una composición cuidadosa, ayuda a construir la atmósfera oscura y asfixiante de la película. La elección de planos estáticos y tomas largas no solo enfatiza el estilo de Kulumbegashvili, sino que convierte a cada imagen en un reflejo del estado emocional de Nina. Este enfoque recuerda a Beginning, donde la relación entre espacio y emoción era fundamental para la narrativa.
La música se emplea de manera minimalista, con momentos de silencio que dan un peso casi tangible a las escenas, dejando que las emociones de los personajes resuenen en la quietud de cada plano. Cuando la banda sonora aparece, lo hace con una sutileza que subraya momentos de tensión, sin robar protagonismo al desarrollo introspectivo de los personajes.
El vestuario y el diseño de producción están diseñados para reforzar el tono austero de la película, con trajes sencillos que reflejan la profesionalidad de Nina y un atrezo minimalista que permite al espectador concentrarse en la trama y en la carga emocional. Estos detalles complementan la narrativa y aportan autenticidad a la atmósfera opresiva que rodea a los personajes.
April es una obra que consolida a Dea Kulumbegashvili como una de las cineastas más relevantes del cine contemporáneo europeo. La película desafía al espectador a cuestionar la moralidad y los juicios colectivos en situaciones de gran vulnerabilidad. Kulumbegashvili, fiel a su estilo y visión, presenta una historia que, aunque pausada, está cargada de simbolismo y fuerza emocional. A través de April, la directora nos recuerda la importancia de la empatía y el respeto por las decisiones personales, sobre todo en un entorno donde los juicios morales pueden erosionar la dignidad y la libertad individual.
Xabier Garzarain


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