“Winter in Sockcho” Ecos de soledad.

 Koya Kamura, director de Hiver à Sokcho, se presenta ante el público con su primer largometraje tras su carrera como productor y director creativo en compañías como Walt Disney. Su entrada al cine se marca por una profunda exploración de la identidad, el encuentro de culturas y el proceso de autodescubrimiento. Hiver à Sokcho no solo se configura como su debut en el largometraje, sino también como una obra que muestra la madurez de un cineasta con un dominio completo del arte narrativo, influenciado por su formación internacional y multicultural.

En cuanto a su filmografía previa, Kamura tiene experiencia en el campo de los cortometrajes, destacándose con Homesick (2019), que logró el Premio del Público en el Côté Court Festival. En Homesick, la temática del desarraigo y la desconexión emocional se exploraba de manera cruda y honesta, algo que Kamura traslada con sutileza a Hiver à Sokcho, donde el conflicto interno de los personajes se teje en torno a la búsqueda de identidad, pertenencia y conexión emocional. La película se ambienta en un pequeño pueblo costero surcoreano, donde Soo-Ha, una joven de 25 años, se ve atrapada en su rutina diaria hasta que la llegada de un turista francés, Yan Kerrand, hace que cuestioné su origen y el vínculo con su padre ausente.


El ritmo de la película es lento y reflexivo, lo que permite que los personajes se desarrollen profundamente a través de sus interacciones y silencios. Kamura, al igual que otros cineastas contemporáneos como Hirokazu Kore-eda, emplea un enfoque delicado hacia los personajes, permitiendo que el conflicto interior se exprese a través de los gestos y miradas en lugar de un diálogo excesivo. Este enfoque invita a la reflexión, subrayando la importancia del espacio y el tiempo en la construcción del carácter, y creando una atmósfera que refleja la quietud del invierno en Sokcho.


La trama se desarrolla como una interacción pausada entre Soo-Ha y Kerrand, quienes se observan y se analizan mutuamente. Mientras que Kerrand busca una experiencia casi etérea, donde su propia identidad se ve desdibujada por la distancia de su tierra natal, Soo-Ha lucha por entender su herencia y la desconexión con su padre francés. El encuentro fortuito entre ambos abre una puerta a la introspección y al deseo de comunicar lo inefable, creando un espacio único para explorar las tensiones entre Oriente y Occidente, la juventud y la madurez, lo conocido y lo ajeno.


El trabajo de los actores es esencial para el impacto de la película. Bella Kim, como Soo-Ha, transmite una vulnerabilidad y una incertidumbre que refleja la juventud en un punto de inflexión emocional. Su interpretación es sutil pero poderosa, llevando al espectador a una reflexión profunda sobre la identidad cultural y personal. Roschdy Zem, en el papel de Yan Kerrand, presenta una figura enigmática, un hombre que se enfrenta a su propia crisis existencial mientras interactúa con la joven surcoreana. La química entre ambos es compleja y delicada, basada más en los silencios y las miradas que en las palabras.


El vestuario y el atrezo de Hiver à Sokcho son cruciales para establecer la atmósfera de la película. El pueblo costero, en su quietud invernal, se convierte en un personaje en sí mismo, reflejado en los tonos fríos y apagados de los paisajes y los vestuarios sencillos pero significativos. La paleta de colores fríos y neutros refleja la desolación emocional de los personajes, mientras que el invierno se convierte en un espejo de sus propios conflictos internos.


La música, compuesta por Delphine Malausséna, complementa esta atmósfera. Su uso de melodías suaves y a menudo minimalistas, contribuye al tono melancólico de la película. La música no solo acompaña, sino que intensifica las emociones no expresadas de los personajes, creando un contraste perfecto con el silencio y la soledad que marcan la película.


La fotografía de Elodie Tahtane es otro punto destacado. Con una cuidadosa composición de encuadres, Tahtane utiliza el paisaje invernal de Sokcho como un reflejo visual de los estados emocionales de los personajes. La atmósfera fría y distante de la ciudad costera se convierte en un espacio simbólico de la alienación y el vacío existencial que los personajes intentan llenar con sus interacciones.


En conclusión, Hiver à Sokcho es una obra que explora la identidad, el aislamiento y las conexiones humanas de una manera íntima y profunda. La dirección de Kamura y su equipo es sutil, empleando una narrativa de silencios y gestos que invita a la reflexión. Con una cinematografía que refleja la quietud emocional de los personajes y una banda sonora que subraya sus luchas internas, la película nos deja una profunda sensación de melancolía y deseo de encontrar respuestas en la niebla de la vida cotidiana. Kamura nos presenta una película de autor que, aunque lenta en su desarrollo, captura la complejidad de las relaciones humanas y la necesidad de encontrarse a uno mismo en un mundo cada vez más desconectado.


Xabier Garzarain 





Comentarios

Entradas populares de este blog

“Sirat”: un puente invisible entre la pérdida y el misterio.

“Emilia Pérez: Transformación y poder en un juego entre el crimen y la identidad”

“La Sustancia”: Jo que noche.