“Alas Blancas”El Vuelo de la Esperanza.

 Alas Blancas, dirigida por Marc Forster, llega como una adaptación de la novela La historia de Julian de R.J. Palacio, y se inscribe dentro del género de dramas históricos ambientados en la Segunda Guerra Mundial. Esta película se destaca no solo por el realismo y la emotividad con que retrata los horrores de la ocupación nazi, sino también por su enfoque en las relaciones humanas y la compasión que florecen en medio de la devastación. En el contexto de otras películas sobre el Holocausto, Alas Blancas busca transmitir un mensaje de esperanza y salvación a través de la mirada inocente de dos niños que encuentran la amistad en un mundo gobernado por el odio.

Marc Forster es un director reconocido por su versatilidad y habilidad para contar historias que resuenan emocionalmente con el espectador. A lo largo de su carrera, ha abordado una amplia variedad de géneros: desde el drama íntimo de Monster’s Ball (2001) hasta el cine de aventuras con World War Z (2013). En Alas Blancas, Forster utiliza su experiencia en narrativas emocionales para explorar el impacto de la guerra en los niños y las conexiones humanas que logran transcender el odio y la violencia. Su trabajo en películas como Finding Neverland (2004), donde trató el poder de la imaginación frente a la adversidad, se refleja en la ternura y profundidad con las que trata la relación entre Sara y Simon en esta película.



La trama de Alas Blancas sigue la historia de Sara (Ariella Glaser), una niña judía que, durante la ocupación nazi en Francia, es acogida por una familia en un pequeño pueblo rural. Mientras se esconde de los nazis, forja una amistad inesperada con Simon (Orlando Schwerdt), un niño local que es marginado por sus compañeros debido a su aspecto y su carácter tímido. A través de los recuerdos de Sara, narrados por su versión adulta (interpretada por Helen Mirren), conocemos cómo esta amistad se convirtió en su salvación, y cómo el despreciado Simon se erigió como un héroe en tiempos oscuros.



El ritmo de la película es pausado, permitiendo que la historia respire y dando espacio para que los momentos emocionales resuenen con mayor profundidad. Forster evita las escenas de acción bélica y se enfoca en las experiencias cotidianas de los personajes, lo que refuerza la intimidad de la narrativa. Aunque el ritmo puede sentirse lento para algunos, este enfoque es deliberado, ya que el director busca centrarse en los vínculos humanos en lugar de en la brutalidad del conflicto.



El vestuario, diseñado por un equipo encabezado por Veronique Melery, es discreto y realista, capturando con precisión la austeridad de la vida durante la ocupación nazi. Los trajes de los personajes reflejan la clase social y la situación de cada uno: desde los ropajes más humildes y raídos de Simon, hasta la ropa desgastada pero digna de Sara, que simboliza tanto su resistencia como su vulnerabilidad. El uso de colores apagados y tonos terrosos no solo enfatiza la atmósfera sombría de la película, sino que también sitúa al espectador dentro del contexto histórico.



La banda sonora, compuesta por Thomas Newman, es una de las joyas de la película. Newman utiliza su característico estilo minimalista para subrayar las emociones de los personajes sin abrumar las escenas. Las cuerdas suaves y las melodías tristes crean una atmósfera melancólica que acompaña a la perfección los momentos más intensos de la película. La música no busca manipular al espectador, sino realzar la profundidad emocional inherente a las situaciones, aportando una capa adicional de sensibilidad al retrato de la amistad entre Sara y Simon.


Las actuaciones en Alas Blancas son uno de los pilares de la película. Ariella Glaser, en el papel de Sara, ofrece una interpretación conmovedora, transmitiendo con sutileza tanto el miedo de una niña judía en constante peligro como su capacidad para encontrar consuelo en una amistad inesperada. Orlando Schwerdt, como Simon, interpreta con delicadeza el papel de un niño rechazado por la sociedad, que a pesar de su marginación, encuentra fuerza y valentía para proteger a Sara. Schwerdt logra una actuación matizada que permite ver la evolución del personaje, desde la timidez hasta su transformación en un héroe anónimo.


Helen Mirren, como la versión adulta de Sara, ofrece una narración calmada y reflexiva, añadiendo peso emocional a la historia. Gillian Anderson, en un papel secundario, da vida a la madre de Simon, con una interpretación contenida que subraya la tensión entre proteger a su hijo y su responsabilidad moral hacia Sara.



Alas Blancas se une a la lista de películas que abordan la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva íntima y emocional, como El niño con el pijama de rayas (2008) o La ladrona de libros (2013). Aunque comparte con estas obras su enfoque en la inocencia de los niños frente a la brutalidad de la guerra, Alas Blancas se distingue por su énfasis en el poder de la amistad como fuente de resistencia y supervivencia. En lugar de centrarse en las atrocidades del conflicto en sí, la película se enfoca en los pequeños actos de heroísmo y bondad que emergen incluso en las circunstancias más terribles.


El realismo de la película se apoya en gran parte en la cuidadosa recreación del entorno histórico. La fotografía de Matthias Koenigswieser capta la belleza sombría del campo francés, utilizando la luz natural y sombras profundas para reflejar tanto la opresión del momento como la esperanza que surge de los lazos humanos. La dirección artística también contribuye a crear un ambiente auténtico, desde las modestas casas rurales hasta los pequeños detalles de la vida cotidiana bajo la ocupación. Este nivel de detalle permite al espectador sentirse completamente inmerso en la época, mientras la historia se desarrolla de manera íntima y personal.



Con Alas Blancas, Marc Forster logra una obra profundamente conmovedora y cargada de significado. La película no solo habla de la crueldad de la guerra, sino también del poder redentor de la amistad y la compasión. A través de la relación entre Sara y Simon, Forster nos recuerda que, incluso en los tiempos más oscuros, los actos de bondad pueden tener un impacto transformador. El director subraya que, aunque la guerra y el odio destruyen, las conexiones humanas pueden ofrecer esperanza y salvación.


En resumen, el mensaje final de Alas Blancas es claro: incluso en medio de la devastación, hay espacio para la humanidad, la empatía y la redención. Forster entrega una película que, lejos de ser solo un relato de supervivencia en tiempos de guerra, se convierte en un poderoso testimonio de los lazos que nos unen más allá de las diferencias.


Xabier Garzarain 






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