“Anora” la pretty woman moderna.
Para comprender la esencia de Anora, la más reciente película de Sean Baker, debemos hacer un recorrido por la filmografía del director, quien ha desarrollado una visión distintiva que fusiona crudeza, sensibilidad social y una fascinación por los personajes marginales. Desde su primer largometraje, Take Out (2004), co-dirigido con Shih-Ching Tsou, Baker ha mostrado una constante dedicación por explorar las vidas de aquellos que se encuentran en los márgenes, como inmigrantes, trabajadores sexuales y personas que sobreviven en condiciones precarias. Take Out, que sigue a un inmigrante chino en su lucha diaria por sobrevivir en Nueva York, fue el inicio de una serie de películas donde Baker captura la vida urbana con una autenticidad cruda y desprovista de glamour.
Este enfoque se consolidó en Starlet (2012), donde Baker sigue la relación entre una joven actriz porno y una anciana solitaria, una historia que desafía expectativas y construye una conexión emocional sorprendente. Pero fue con Tangerine (2015) donde Baker se estableció como una voz original en el cine independiente. La historia de dos trabajadoras sexuales transgénero en Los Ángeles, grabada enteramente con iPhones, introdujo a Baker como un innovador técnico y estético, capturando la energía frenética y la tensión constante de la vida nocturna. Anora retoma esta mirada urbana y nocturna de Tangerine, pero con un estilo visual más maduro y refinado, acorde con la evolución de Baker.
Su siguiente película, The Florida Project (2017), marcó un giro hacia un tono más poético, al retratar la infancia de una niña que vive con su madre en un motel cercano a Disney World. Esta vez, Baker se centra en las experiencias de los más inocentes en un contexto hostil, sin perder el tono realista que lo caracteriza. Esta misma mezcla de ternura y dureza se ve en Anora, donde explora la complejidad emocional de una joven que se mueve en el entorno sombrío del acompañamiento de lujo. Con Red Rocket (2021), Baker retrató a un personaje poco ético y decadente, un exestrella porno que regresa a su hogar en Texas; esta historia resuena en Anora, ya que ambos filmes exploran relaciones desequilibradas por el poder, el dinero y la necesidad de afecto.
En Anora, Baker lleva esta exploración un paso más allá, sumergiéndose en el mundo de Ani, interpretada por Mikey Madison, una joven de 23 años que trabaja en un club nocturno captando clientes para los palcos VIP de bailes eróticos. La historia se complica cuando Ani conoce a Vanya (Yura Borisov), un joven ruso de 21 años que la invita a una cita privada en su casa, un escenario que resulta ser una villa de lujo de aspecto casi surrealista. Esta diferencia abismal entre los espacios que habitan Ani y Vanya se convierte en una metáfora visual de sus mundos irreconciliables, marcando el tono de toda la película.
La música de Anora es esencial para la construcción de su atmósfera, reflejando la dualidad entre el mundo oscuro y opresivo del club nocturno y la aparente serenidad de la villa de Vanya. La banda sonora está dirigida por Matthew Hearon-Smith, un supervisor musical de Nueva York con quien Baker ha trabajado en varias ocasiones, incluyendo Tangerine, The Florida Project y Red Rocket. Hearon-Smith es conocido por su habilidad para crear atmósferas que complementan el tono de las películas de Baker, aportando texturas sonoras que amplifican la crudeza y autenticidad de las escenas. En Anora, Hearon-Smith recurre a temas de techno experimental que transmiten una energía inquietante y melancólica al mismo tiempo. Los sonidos repetitivos y distorsionados del techno se usan principalmente en las escenas del club, reflejando la alienación y el vacío emocional que Ani experimenta cada noche. Por otro lado, en la villa de Vanya, la música se torna más etérea y suave, con sintetizadores que aportan un aire onírico, casi como si Ani estuviera en un mundo alternativo. Este contraste musical no solo enriquece la narrativa, sino que subraya la desconexión entre Ani y Vanya, reforzando la sensación de que ambos habitan universos irreconciliables.
El vestuario de Anora, diseñado por una talentosa creadora de moda emergente en el cine independiente, juega un papel crucial en la construcción de los personajes y sus mundos. Ani, en el club, viste trajes provocativos que enfatizan su rol como reclamo visual para los clientes. Su atuendo en estas escenas refleja un intento de adaptarse a un entorno que no la representa, pero que es su única fuente de ingresos y estabilidad. Sin embargo, cuando no está trabajando, Ani prefiere un estilo sobrio y cómodo, con ropa básica y colores neutros que transmiten una imagen más vulnerable y auténtica. Este contraste visual entre su vida profesional y su vida privada expone una dualidad en su identidad: por un lado, la joven que debe adaptarse a las exigencias de su trabajo; por otro, la persona que solo busca un respiro de la vida que lleva.
Por el contrario, Vanya aparece impecable, con trajes caros y prendas de diseño que proyectan una imagen de control y poder. Su vestuario representa su lugar en una élite lejana al mundo de Ani, y refleja su desconexión con cualquier tipo de necesidad o carencia. Su estilo pulcro y casi opulento refuerza la idea de que Vanya pertenece a un universo completamente diferente, un mundo de privilegio que ni siquiera él parece disfrutar plenamente. La villa de Vanya, con su decoración minimalista y de lujo, actúa como una extensión de este personaje: un espacio despersonalizado, aséptico y sin alma que contrasta con la autenticidad y calidez que Ani intenta preservar en su vida.
La relación entre Ani y Vanya puede recordarnos, en cierta medida, a la dinámica que se establece entre Julia Roberts y Richard Gere en Pretty Woman, otra historia sobre una joven trabajadora sexual y un hombre rico. Sin embargo, mientras Pretty Woman es una fantasía romántica que idealiza la relación y la posibilidad de redención, Anora rehúye cualquier dulcificación. Baker muestra la dureza de una conexión basada en transacciones, donde la aparente salvación es solo un espejismo. En lugar de un final esperanzador, Anora deja claro que la disparidad entre Ani y Vanya no se puede salvar con un cambio de vestuario o una promesa de amor. Aquí, no hay ilusiones de rescate ni cambios mágicos de destino: Baker subraya las tensiones de clase, la soledad y la imposibilidad de conectar genuinamente cuando el poder y el dinero intervienen.
Anora es una evolución en la filmografía de Sean Baker, un filme que no solo aborda la alienación de los márgenes sociales, sino también el vacío emocional que se esconde en la opulencia. Baker nos muestra un mundo en el que las conexiones humanas están condicionadas por el dinero y donde la esperanza de cambio es efímera. Al final, el director plantea una reflexión sobre el precio emocional que pagamos cuando nuestras relaciones están mediadas por el poder y la economía. Anora es una obra madura que reafirma el talento de Baker para capturar lo que suele quedar oculto en las sombras, revelando una humanidad que, aunque rota, sigue resistiendo.
Xabier Garzarain

Suena genial. No me la pierdo.
ResponderEliminarGracias, Dirk. Te va a encantar. Anora tiene ese brillo sucio y romántico del mejor cine moderno, puro corazón bajo la ironía.
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