“Cónclave: La Lucha por el Poder en un Juego de Lealtades y Traiciones”

La reciente película Conclave, dirigida por Edward Berger, se adentra en uno de los rituales más secretos y antiguos del mundo: la elección del Papa. Con una trama que gira en torno al cónclave papal, la película nos presenta al cardenal Lawrence (interpretado magistralmente por Ralph Fiennes), quien es designado para dirigir el cónclave tras la muerte inesperada del Papa. A medida que los cardenales más poderosos de la Iglesia Católica se reúnen en los salones del Vaticano, Lawrence se encuentra atrapado en una intrincada conspiración que amenaza con destruir la Iglesia desde sus cimientos. En su viaje, descubre secretos devastadores que no solo desafían su fe, sino que podrían cambiar el curso de la historia religiosa.



La elección del Vaticano como escenario principal no es meramente estética; es el corazón simbólico de la película. La inmensidad de las salas del Vaticano, los pasillos oscuros y las fachadas imponentes reflejan la lucha de los personajes con la gran maquinaria de la Iglesia, una institución que sigue siendo tan poderosa como compleja. La película captura hábilmente la tensión y el misterio de estos rituales secretos, equilibrando la política, el poder y la fe. Lo que comienza como una historia sobre el proceso de elección del Papa se convierte rápidamente en una exploración más profunda de la naturaleza del poder, las intrigas políticas y la moralidad humana.


La filmografía de Edward Berger es vasta y multifacética, con una clara habilidad para combinar temas de conflicto interno y externo, como se evidenció en Sin novedad en el frente (2022), que le valió varios premios internacionales, incluidos cuatro Oscars, entre ellos Mejor Película Internacional. La habilidad de Berger para manejar temas de guerra y humanidad es trasladada en Conclave al ámbito de la Iglesia, donde los conflictos de poder y las lealtades enfrentadas son igual de destructivos que los de un campo de batalla. En sus inicios, Berger fue conocido por su enfoque en el drama psicológico, como en su ópera prima Gomez – Kopf oder Zahl (1998), pero su carrera alcanzó la madurez con Deutschland 83 (2015) y The Terror (2018), donde exploró temas de identidad y lucha política. Su capacidad para crear tensión y explorar las profundidades emocionales de sus personajes brilla con fuerza en Conclave, una película que combina la intriga política con un profundo examen de la moralidad humana.


La música de Volker Bertelmann (Hauschka), galardonado compositor conocido por sus trabajos en Lion (2016) y Adrift (2018), es fundamental para el tono general de la película. La música en Conclaveno solo acompaña las escenas; se convierte en una fuerza vital que resalta el creciente sentido de claustrofobia y desesperación que sienten los personajes atrapados en el Vaticano. Bertelmann utiliza una combinación de sonidos orquestales suaves y tonos más oscuros y experimentales para acompañar las transiciones emocionales de los personajes, creando un contraste perfecto con la majestuosidad de los escenarios. Esta música envuelve al espectador, intensificando el drama y subrayando la lucha interna del protagonista, Lawrence, quien ve cómo su mundo se desmorona mientras se enfrenta a la corrupción de una institución que alguna vez respetó.


Visualmente, Conclave es deslumbrante gracias a la fotografía de Stéphane Fontaine. Con una carrera destacada en películas como The Prophet (2009) y The Promise (2016), Fontaine se distingue por su capacidad para capturar la esencia emocional de los escenarios y los personajes. En Conclave, la fotografía captura la belleza y la oscuridad del Vaticano, con amplios planos que acentúan la majestuosidad de las salas, mientras que las tomas más cerradas reflejan la claustrofobia emocional de los personajes. Las sombras juegan un papel importante, no solo creando un ambiente de misterio, sino también simbolizando la lucha interna y las dudas de los cardenales, que se sienten atrapados entre su fe y la lucha por el poder.


Las interpretaciones del elenco son sobresalientes. Ralph Fiennes, como el cardenal Lawrence, ofrece una actuación matizada que refleja la angustia moral de su personaje mientras se enfrenta a la verdad oculta tras los muros del Vaticano. A su lado, Stanley Tucci, John Lithgow e Isabella Rossellini ofrecen actuaciones excepcionales que aportan riqueza a la dinámica interna del cónclave. Cada uno de los cardenales tiene motivaciones complejas que van más allá de la política eclesiástica: hay ambición, traición, lealtad y, en algunos casos, remordimiento. El guion y las interpretaciones de los actores permiten que estas complejidades se exploren de manera profunda y emotiva.


Un momento clave en el rodaje de la película, que se convirtió en una anécdota memorable, ocurrió durante una de las escenas más tensas entre Fiennes y Tucci. La interacción entre los dos actores fue tan cargada de emoción que se desviaron del guion y comenzaron a improvisar, lo que resultó en un intercambio tan potente que los directores decidieron mantenerlo en el corte final. Esta improvisación no solo reveló una química inesperada entre los actores, sino que también contribuyó a la autenticidad de la escena, subrayando la tensión política y espiritual que estaba a punto de estallar dentro del cónclave.


El diseño de vestuario también desempeña un papel crucial en la película, al reflejar las jerarquías y las diferencias de poder dentro de la Iglesia. Los cardenales, vestidos con sus distintivas ropas rojas y moradas, se ven atrapados en un escenario de lujo, pero también en uno de sombras, simbolizando la lucha interna de la Iglesia. Los trajes de los cardenales no solo son una declaración de estatus, sino también un reflejo de las cargas personales y espirituales que cada uno de ellos lleva consigo.


La película también hace eco de una tradición cinematográfica más amplia sobre las historias de poder y conspiración en instituciones religiosas. Se puede ver una influencia de películas previas que exploran temas similares, como El Códice Da Vinci (2006) y Los tres días del condor (1975), que se sumergen en la lucha por la verdad dentro de estructuras opacas y llenas de secretos. Sin embargo, lo que distingue a Conclave es su enfoque en la Iglesia como institución, no solo como un marco narrativo, sino como un personaje en sí misma, donde el poder y la moralidad se entrelazan de maneras complejas y, a menudo, peligrosas.


La conclusión de Conclave no es simplemente un desenlace de las intrigas y secretos que se desarrollan durante el cónclave, sino un comentario sobre el poder y la corrupción que pueden surgir cuando la fe se encuentra con las realidades de la política. Edward Berger, con su dirección precisa y su profundo entendimiento de los conflictos humanos, nos recuerda que las instituciones, por poderosas que sean, no están exentas de la falibilidad humana. El director no solo presenta una trama intrigante, sino que también deja al espectador con una reflexión sobre la relación entre la fe y el poder en el mundo moderno.


En resumen, Conclave es una película poderosa que no solo atrapa al espectador con su tensión dramática, sino que también ofrece una profunda reflexión sobre los temas universales del poder, la lealtad y la verdad. La combinación de una dirección excepcional, un elenco brillante, una cinematografía sublime y una banda sonora cautivadora, hace de esta película una obra que resuena mucho después de que se apagan las luces de la sala. Es un thriller que no solo sirve para entretener, sino también para provocar una reflexión sobre los misterios que aún permanecen ocultos detrás de las instituciones más poderosas del mundo.


Xabier Garzarain 






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