“El 47” lucha social de clases.

 Marcel Barrena es un director y guionista español cuyo trabajo se caracteriza por su enfoque en las historias humanas, la empatía y la reflexión social. Desde sus inicios en el mundo del cine, ha demostrado un talento especial para abordar temas complejos a través de narrativas que resuenan con el público. Su carrera comenzó con cortometrajes que le valieron varios premios, pero fue con su primer largometraje, “El mar” (2010), que se destacó en el panorama cinematográfico español. Esta obra, que aborda la vida de un grupo de jóvenes en una comunidad costera, establece un tono melancólico que se ha vuelto característico en su filmografía.


Barrena continuó explorando la experiencia humana en su segundo largometraje, “Hermosa juventud” (2014), que narra la historia de dos jóvenes enamorados que enfrentan las duras realidades de la vida contemporánea. Esta película no solo recibió elogios por sus actuaciones, sino que también puso de manifiesto el talento de Barrena para capturar la esencia de la juventud y las luchas sociales en el contexto español. Su trabajo fue reconocido con múltiples premios en festivales, lo que consolidó su reputación como un director emergente a seguir.



Sin embargo, fue “100 metros” (2016), una película basada en la vida real de un hombre diagnosticado con esclerosis múltiple que se prepara para un triatlón, la que realmente catapultó a Barrena a la atención nacional e internacional. Esta obra, protagonizada por Dani Rovira y María de Medeiros, fue aclamada por su sensibilidad y su enfoque inspirador hacia la superación personal, además de su habilidad para equilibrar momentos de comedia y drama. A través de “100 metros”, Barrena mostró que el cine puede ser un medio poderoso para contar historias de lucha y resiliencia, destacando la importancia de la comunidad y el apoyo mutuo en tiempos de crisis.



Con “El 47”, Barrena regresa a sus raíces de contar historias de resistencia y solidaridad. Se trata de su segunda colaboración con Eduard Fernández, quien ofrece una actuación magistral como Manolo Vital, el conductor de autobús que decide apropiarse del autobús de la línea 47 para desmontar una mentira que el Ayuntamiento había repetido: que los autobuses no podían subir las cuestas del distrito de Torre Baró. Este acto de rebeldía no solo revela la frustración de un ciudadano ante la burocracia y la desidia institucional, sino que también se convierte en un símbolo de la lucha colectiva por la mejora de las condiciones de vida en un barrio que, en ese momento, sufría de estigmatización y abandono. En este contexto, Barrena presenta un relato que va más allá de la mera disidencia; es un testimonio de cómo una acción individual puede catalizar un movimiento vecinal que busca cambiar la percepción y las condiciones de su comunidad.



La trama de “El 47” se sitúa en un momento crucial de la historia de Barcelona, en 1978, en un contexto de convulsión social y política. Este período fue testigo de la transición de España hacia la democracia tras la dictadura de Franco, lo que trajo consigo una serie de cambios significativos en la estructura social y urbana de las ciudades. La lucha por derechos básicos, la dignidad de la clase trabajadora y el acceso a servicios públicos se convirtieron en temas centrales en la vida cotidiana de muchos ciudadanos. La película, por tanto, no solo se convierte en un testimonio de la resistencia vecinal, sino que también refleja un periodo de cambios profundos que marcarían la identidad moderna de la ciudad.



El ritmo de la película es deliberado y reflexivo, permitiendo que los espectadores se sumerjan en la historia y comprendan el contexto social de la Barcelona de los años 70. Barrena combina momentos de tensión con instantes de reflexión, lo que permite que la historia se desarrolle con naturalidad y fluidez. La fotografía, a cargo de Isaac Vila, complementa este enfoque, utilizando la luz y la sombra para reflejar los estados de ánimo de los personajes, sumergiendo al espectador en el paisaje urbano de Barcelona y resaltando tanto su belleza como sus desafíos.



Las interpretaciones son otro de los grandes aciertos de “El 47”. Eduard Fernández, como Manolo, captura la determinación y la vulnerabilidad de su personaje. Su química con el resto del elenco, incluyendo a Clara Segura y Carlos Cuevas, aporta una profundidad emocional que hace que la lucha comunitaria resuene con autenticidad. Cada personaje refleja una faceta del vecindario, y sus interacciones subrayan la idea de unidad en la diversidad.



La música es un componente crucial en “El 47”, y la elección de la canción principal, “El borde del mundo”, compuesta e interpretada por la artista canaria Valeria Castro, es un acierto notable. Valeria, reconocida por su talento y nominada a un Latin Grammy y a un premio Goya, aporta una voz fresca y emotiva a la película. Ella describe la canción como una expresión del sentimiento de aquellos que viven en lugares olvidados, cargando con historias y el peso del olvido. Esta conexión con la experiencia de los personajes en “El 47” añade una capa de profundidad a la narrativa. Marcel Barrena ha comentado que, al conocer a Valeria, sintió inmediatamente que su voz debía acompañar la historia. Esta colaboración resuena no solo a nivel musical, sino también emocional, haciendo que la canción se sienta como una extensión de la historia que se cuenta en la pantalla.



“El 47” puede establecer paralelismos con otras películas que abordan la lucha social, como “La Haine” (1995) de Mathieu Kassovitz, que retrata la vida en los suburbios parisinos y la tensión entre la comunidad y las autoridades. Ambas obras comparten un enfoque en la voz del pueblo y la representación de las luchas cotidianas. Sin embargo, mientras que “La Haine” es más sombría y está marcada por la desesperanza, “El 47” se presenta con un tono más esperanzador, enfatizando el poder de la acción colectiva y el cambio pacífico.



El vestuario, diseñado por Irantzu Campos y Olga Rodal, refleja la estética de la época y la cultura de los suburbios de Barcelona. La elección de prendas sencillas y cotidianas aporta autenticidad, mientras que los colores y texturas ayudan a evocar la vida de la clase trabajadora de los años 70. Este enfoque en el vestuario refuerza el sentido de pertenencia y orgullo de los personajes en su comunidad.



En “El 47”, Marcel Barrena nos invita a reflexionar sobre el poder de la comunidad y la importancia de alzar la voz en defensa de la verdad. La historia de Manolo Vital no solo se convierte en un testimonio del espíritu de lucha de una ciudad, sino que también plantea preguntas sobre el papel del ciudadano en la construcción de un futuro mejor. 


Al final, “El 47” es más que una crónica histórica; es un llamado a la acción, un recordatorio de que la disidencia pacífica puede transformar no solo el paisaje urbano, sino también el alma de una comunidad. A medida que el llanto de la injusticia se convierte en un grito de esperanza, la película nos enseña que el cambio comienza cuando las personas se unen por una causa común.


Xabier Garzarain 




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