“La Virgen Roja” el proyecto de una madre.
La directora Paula Ortiz, reconocida por su habilidad para contar historias con un enfoque emocional y visualmente impactante, regresa con La Virgen Roja, una película que no solo refleja su madurez como cineasta, sino que también se adentra en las complejidades de la relación madre-hija y la búsqueda de la libertad personal. Ortiz, conocida por su aclamada adaptación de La novia y El viaje de la esperanza, utiliza su experiencia para tejer una narrativa que es tanto íntima como universal, estableciendo un paralelismo entre la historia de Hildegart y los desafíos contemporáneos de las mujeres en la sociedad.
La Virgen Roja narra la vida de Hildegart (interpretada por Alba Planas), una joven concebida y criada por su madre, Aurora (Najwa Nimri), para ser una mujer del futuro en la España de los años 30. Mientras Hildegart comienza a explorar su propia identidad y libertad, su madre se aferra cada vez más al control, temerosa de perder el “proyecto” que ha construido a su alrededor. Este trasfondo biográfico resulta impactante, especialmente porque la historia está basada en hechos reales, lo que añade una capa de inquietud y reflexión sobre los extremos a los que una madre puede llegar en nombre de sus ideales. Como espectador, esta base real deja una huella imborrable, recordándonos que estas tragedias, nacidas de una obsesión desmedida, podrían realmente suceder.
El ritmo de la película es cautivador; desde el primer minuto, La Virgen Roja atrapa al espectador en un torbellino de emociones que se siente como un viaje fugaz a través de la vida de sus personajes. La atmósfera de la película está exquisitamente capturada por la fotografía de Pedro J. Márquez, que presenta paisajes evocadores y una cuidadosa atención a los detalles de la época. Los interiores, como la prisión emocional de Hildegart, y los exteriores, con sus vibrantes colores y la esencia de los años 30, crean una narrativa visual que complementa la historia.
Para recrear con fidelidad la época, Paula Ortiz vuelve a confiar en Arantxa Ezquerro para el diseño de vestuario, una elección que refuerza la autenticidad y el poder visual de la cinta. El vestuario y el atrezo son igualmente impresionantes, transmitiendo con detalle la opresión o la liberación de cada personaje. Cada prenda, desde los elaborados trajes de Aurora hasta la ropa más libre y expresiva de Hildegart, ayuda a contar la historia de ambas mujeres, atrapadas en una encrucijada entre el deber y el deseo.
La banda sonora, compuesta por Guille Galván y Juanma Latorre, complementa a la perfección el tono emocional de la película, intensificando la tensión en las escenas críticas y subrayando la lucha de Hildegart por liberarse del férreo control de su madre. La música parece susurrar, como un eco de libertad, el derecho a vivir una vida propia, un derecho que Aurora intenta negar a su hija.
Najwa Nimri, en el papel de Aurora, ofrece una interpretación particularmente notable; su representación de una madre controladora y temerosa de perder a su hija es tanto visceral como matizada, un reflejo de la obsesión llevada al límite. Alba Planas, como Hildegart, encarna la búsqueda de libertad de su personaje, mostrando un rango emocional que resuena con el espectador. La química entre ambas actrices es palpable, y su conflicto se convierte en el eje de una historia que va más allá de su tiempo. Aixa Villagrán, como Macarena, la ama de llaves, aporta una complicidad delicada a la historia, encarnando la única vía de escape emocional para Hildegart en un ambiente dominado por la represión. Patrick Criado, como Abel Velilla, el joven que enamora a Hildegart, representa una oportunidad de amor y libertad en medio de la opresión. El personaje de Guzmán, un editor de los años 30 que publica los primeros textos de Hildegart, interpretado por el entrañable Pepe Viyuela, añade una nota de calidez y humanidad a la narrativa, un contrapunto a la oscuridad en que Aurora sume a su hija.
En su conjunto, La Virgen Roja es más que una simple historia de amor y control; es una exploración de la complejidad de las relaciones humanas y la lucha por la autodeterminación. Hildegart, en su intento de hallar su voz en un mundo que intenta silenciarla, se convierte en un símbolo de resistencia, y la película nos recuerda que el amor, incluso bajo las circunstancias más restrictivas, puede desafiar expectativas y romper barreras. Como dijo el poeta francés Paul Éluard: “Hay otro mundo, pero está en este”. La historia nos invita a cuestionarnos hasta qué punto estamos dispuestos a luchar por nuestra verdad personal en un mundo que a menudo nos empuja a conformarnos.
En conclusión, La Virgen Roja deja al espectador con una sensación de reflexión sobre el amor y la libertad, invitándonos a valorar hasta qué punto estamos dispuestos a luchar por nuestros sueños y a desafiar el destino que otros podrían haber trazado para nosotros. Así, la historia de Hildegart, aunque trágica, se convierte en un poderoso recordatorio de la fuerza del amor y del deseo humano de ser libres, una lucha que trasciende el tiempo y que nos invita a ser dueños de nuestras propias vidas.
Xabier Garzarain
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