“Los años nuevos”,la obra más íntima de Rodrigo Sorogoyen”
Rodrigo Sorogoyen es uno de los cineastas más destacados y aclamados del cine español contemporáneo, cuya carrera ha estado marcada por una capacidad única para explorar las complejidades emocionales y sociales a través de sus obras. Nacido en Madrid en 1981, Sorogoyen se formó en la prestigiosa Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM), y desde sus primeros trabajos demostró una gran habilidad para mezclar el suspense y el drama psicológico con una profunda reflexión sobre las dinámicas humanas. A lo largo de su trayectoria, ha logrado consolidarse como un autor que no solo se adapta a las exigencias del cine de género, sino que también sabe explorar la complejidad del alma humana de una manera que conecta con el público de forma visceral.
Su salto a la fama llegó con Que Dios nos perdone (2016), un thriller policiaco que exploraba la corrupción y la moralidad de los cuerpos de seguridad del Estado en el Madrid contemporáneo. Más tarde, con El reino (2018), logró una de sus obras más celebradas, un análisis mordaz sobre la política española que, bajo una superficie de thriller, indagaba en la moralidad, el poder y la corrupción en las altas esferas del poder. Esta película consolidó a Sorogoyen como un cineasta capaz de hacer cine político sin sacrificar la intensidad emocional y la complejidad de los personajes.
A pesar de su éxito en el cine, Sorogoyen ha logrado ampliar su visión hacia otros formatos, y en este sentido, Los años nuevos representa un paso natural en su carrera. Si bien su cine se ha destacado principalmente por sus enfoques duros y realistas sobre la política y la sociedad, la serie permite a Sorogoyen explorar otro tipo de dinámicas emocionales, aunque con una misma mirada aguda sobre la condición humana. Aquí, el director da un paso hacia el ámbito de las relaciones personales, pero manteniendo su capacidad para penetrar en las entrañas de sus personajes, para mostrar sus inseguridades, sus deseos insatisfechos y sus deseos de redención.
Los años nuevos, la nueva serie dirigida por Rodrigo Sorogoyen, representa una mirada profunda y matizada sobre las complejidades de las relaciones humanas, el amor, la inseguridad y la búsqueda de sentido en una generación marcada por la incertidumbre. Con esta obra, Sorogoyen, conocido por su aguda habilidad para retratar la psique humana en su cine, se aventura en el terreno de la narrativa serial con una propuesta innovadora que profundiza en los vínculos emocionales, los giros de la vida y la evolución de sus personajes a lo largo del tiempo.
En Los años nuevos, los protagonistas, Ana (Iria del Río) y Óscar (Francesco Carril), encarnan dos arquetipos de la juventud contemporánea. Ana, a punto de cumplir 30 años, se enfrenta al doloroso estancamiento de una vida que parece no avanzar, mientras que Óscar, por el contrario, celebra la misma edad con la sensación de haber encontrado un equilibrio imperfecto pero satisfactorio. La confrontación entre sus vidas, sus mundos tan distintos, es el catalizador de una historia que explora tanto las diferencias como las afinidades que pueden surgir entre dos personas aparentemente opuestas.
La serie se toma su tiempo para profundizar en las inseguridades de ambos personajes, reflejando las emociones y los miedos universales de una generación atrapada entre las expectativas sociales, los deseos personales y la incomodidad de un futuro incierto. La interpretación de Iria del Río, cargada de sutilezas, da vida a una Ana que se siente perdida en su propio mundo, y la de Francesco Carril, que da forma a un Óscar introspectivo y cauteloso, está igualmente llena de capas emocionales. La química entre ambos actores es palpable, lo que potencia la credibilidad de su relación, que será el corazón pulsante de la serie a lo largo de la década que abarcará.
Lo que distingue a Los años nuevos es su capacidad para ir más allá de las fórmulas típicas del drama romántico o de la serie de relaciones. Si bien al principio la historia podría parecer una más de amores y desencuentros, pronto se revela como una reflexión mucho más profunda sobre la transformación personal. La serie no solo se limita a explorar cómo cambia la relación de Ana y Óscar a lo largo del tiempo, sino que utiliza estos cambios como una excusa para ahondar en la evolución de sus propios personajes y, por extensión, de una generación entera.
La estructura narrativa, dividida en dos partes (con los primeros cinco episodios estrenados en noviembre y la segunda mitad prevista para diciembre), permite un ritmo pausado que favorece la introspección y el desarrollo gradual de los personajes. Este formato no solo da espacio a la trama para respirar, sino que también permite que el espectador se involucre emocionalmente en las vidas de los personajes. En lugar de ofrecer una historia lineal y predecible, Sorogoyen apuesta por una narrativa más fragmentada, que se acerca más a las vivencias reales, donde los momentos de conexión y desconexión son inevitables, y los caminos de las personas rara vez siguen una senda recta.
Además, Los años nuevos invita a reflexionar sobre las complejidades del amor en el mundo contemporáneo. ¿Qué significa amar a alguien durante años? ¿Es posible mantener una conexión genuina cuando las personas cambian? ¿Cómo se puede equilibrar el deseo de estabilidad con la necesidad de seguir creciendo de manera individual? La serie no ofrece respuestas fáciles, y esa es quizás su mayor fortaleza. En lugar de imponer una visión idealizada o cínica del amor, presenta una imagen honesta y multifacética, en la que las alegrías y los dolores, los encuentros y los desencuentros, son partes inevitables de cualquier relación significativa.
Este enfoque se refleja también en la dirección de Sorogoyen, quien, como en sus anteriores trabajos cinematográficos, muestra una habilidad excepcional para crear tensión emocional mediante el silencio, la mirada y la acción contenida. Cada escena está impregnada de una calma tensa, donde las palabras a veces no son necesarias para comunicar la complejidad de lo que ocurre entre los personajes. Esta sensibilidad para el detalle convierte a Los años nuevos en una serie que, lejos de la sobrecarga dramática, se apoya en la sutileza para narrar grandes verdades humanas.
Finalmente, Los años nuevos es una obra que, como sus personajes, evoluciona y crece a medida que avanza. Comienza como una historia aparentemente sencilla de dos personas que se encuentran y conectan, pero con el tiempo se convierte en un mosaico complejo de emociones, decisiones y transformaciones. Es un testimonio del talento de Rodrigo Sorogoyen como narrador que esta evolución nunca se siente forzada, sino que fluye de manera orgánica, reflejando la imprevisibilidad y la belleza de la vida misma.
En conclusión, Los años nuevos no solo reafirma a Sorogoyen como uno de los creadores más versátiles y perspicaces del panorama audiovisual español, sino que también se erige como una de las obras más significativas de su carrera. Es una serie que habla de amor, sí, pero también de mucho más: de la identidad, del cambio, del tiempo y de la constante búsqueda de sentido que define la experiencia humana. Su capacidad para conmover, hacer reflexionar y conectar con el espectador la convierte en una propuesta imprescindible, no solo para quienes ya son admiradores de Sorogoyen, sino para cualquier persona que busque en la ficción un reflejo honesto y profundo de la vida misma.
Xabier Garzarain





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