“Piezas: Caleidoscopio de Realidades Fragmentadas”

“Piezas”, la ópera prima de Pilar Ordóñez, se presenta como una apuesta audaz y profunda en el cine español actual. Ordóñez, conocida por su trayectoria como actriz y por sus críticas sociales, hace una transición valiente hacia la dirección, impulsada por la necesidad de expresar su visión sobre temas difíciles. Con esta película, la directora se arriesga a contar nueve historias en plano secuencia, cada una abordando una problemática universal, desde la xenofobia hasta la violencia de género. Ordóñez muestra una evolución en su carrera, logrando que su estilo actoral y su enfoque como directora converjan para crear un cine que no busca complacer, sino confrontar. 


El ritmo de Piezas es deliberadamente pausado, guiado por la técnica del plano secuencia, que permite al espectador sumergirse en la vida de cada personaje sin interrupciones, generando una tensión natural. La película se convierte así en una obra íntima y realista, donde cada historia se desenvuelve como una herida abierta. La trama, estructurada en estos segmentos, logra un equilibrio entre el desasosiego y la empatía, permitiendo que el espectador experimente cada emoción de manera genuina.



Las interpretaciones destacan por su crudeza y realismo, con un elenco encabezado por nombres como Ariel Castro, Elisa Forcano y la propia Ordóñez, quienes logran darle voz y rostro a estas problemáticas tan cercanas y actuales. La decisión de Ordóñez de trabajar con actores en su mayoría noveles potencia la autenticidad de las escenas, sumergiendo al espectador en un universo donde la vulnerabilidad y la esperanza se entrelazan. Este enfoque resalta la habilidad de la directora para construir personajes honestos, sin ornamentos, que conectan con el público a nivel emocional.


Durante el rodaje, llevado a cabo en formato cooperativo y sin apoyo gubernamental, se produjeron momentos memorables que reflejan el espíritu de colaboración que define este proyecto. La decisión de Ordóñez de financiar la película a través de una cooperativa de profesionales es un acto de resistencia que evidencia su compromiso con un cine independiente y socialmente consciente. Este aspecto convierte a Piezas en una obra tan valiente como los temas que aborda, y se alinea con otras producciones del cine social que buscan despertar conciencia en la audiencia, recordando trabajos como Precious de Lee Daniels o Babel de Alejandro González Iñárritu, en su enfoque coral y crítico.



Sin embargo, Ordóñez diferencia su trabajo al concentrarse en el plano secuencia y en un enfoque que hace sentir cada relato como un monólogo íntimo, sin cortes ni edulcorantes. En este sentido, Piezas se emparenta también con películas como Elephant de Gus Van Sant, donde los planos largos y el seguimiento cercano buscan generar una experiencia de proximidad, permitiendo que el espectador se sumerja en la vivencia sin distancias. Este enfoque crudo y sin artificios le da a Piezas un tono documentalista que recuerda que, aunque sea ficción, cada historia tiene una raíz muy real.


La música original de Pablo Miyar acompaña cada escena con una sutileza que potencia la atmósfera sin restar protagonismo a los diálogos y gestos. La dirección de fotografía, a cargo de Jerónimo Molero, capta con habilidad los espacios, resaltando tanto la cercanía como el aislamiento de los personajes en cada historia. El vestuario y atrezo son sobrios y precisos, contribuyendo a la autenticidad de los personajes y sus entornos. Molero logra que cada historia tenga su identidad visual, manteniendo una cohesión general en la paleta de colores, lo que refuerza la sensación de estar frente a una realidad fragmentada y, al mismo tiempo, unificada.



Piezas no se limita a narrar historias; es una llamada a la empatía y a la responsabilidad social. Pilar Ordóñez nos lanza una advertencia: estos temas, aunque complejos y dolorosos, son parte de nuestra realidad y, por tanto, no debemos ignorarlos. La película se convierte en un espejo donde reflejarnos, en una suerte de puzle emocional donde cada pieza representa una problemática urgente, desde la violencia de género hasta el acoso y el abuso. A través de estos nueve relatos, Ordóñez explora la diversidad de experiencias humanas y nos invita a cuestionar nuestros propios prejuicios y silencios ante estas situaciones.


En su primera incursión como directora, Ordóñez logra trascender la pantalla, invitándonos a ser parte de un diálogo social necesario. La estructura en plano secuencia, que coloca al espectador como testigo directo de las historias, subraya la inmediatez y la crudeza de estos problemas. En lugar de distanciarnos, el enfoque nos acerca a la humanidad y fragilidad de los personajes, generando una conexión íntima con sus luchas y sus silencios. No se trata solo de ver, sino de sentir, de enfrentarse a la incomodidad de cada situación y asumir la parte que nos corresponde en el tejido social que los rodea.



El mensaje final de Piezas es tan incómodo como revelador: no podemos mirar hacia otro lado ante la desigualdad, el sufrimiento y la injusticia. Ordóñez nos deja con la certeza de que, como sociedad, debemos ser agentes activos de cambio, y que ese cambio empieza en nuestra manera de ver y reaccionar ante las realidades ajenas. La película se convierte, así, en una obra que no solo busca entretener o conmover, sino despertar conciencias. Nos hace pensar en las consecuencias de nuestras acciones —y de nuestras omisiones— y nos llama a no ser meros espectadores, sino participantes de una sociedad más compasiva y justa. Piezas es, en última instancia, un recordatorio de que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos la misma humanidad, y que cada historia contada, cada herida abierta, es también un eco de nuestra propia fragilidad y de nuestro poder para transformar el mundo que habitamos.


Lo mejor:

Piezas destaca por su audaz y profunda exploración de temas humanos universales, como la violencia de género y la xenofobia, todo a través de una estructura narrativa arriesgada en plano secuencia. Las interpretaciones, sobre todo las de los actores noveles, son genuinas y crudas, sumergiendo al espectador en una experiencia emocional única. Además, la dirección de Pilar Ordóñez muestra una gran capacidad para crear una atmósfera realista y conmovedora.


Lo peor:

Aunque la película logra emocionar y despertar consciencia, su ritmo pausado y su estilo crudo pueden resultar algo incómodos para algunos espectadores que busquen una narración más fluida o convencional. El formato de plano secuencia, aunque efectivo, puede sentirse demasiado exhaustivo en ciertos momentos, alejando a algunos de la narrativa.


Xabier Garzarain 





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