“Querer”: Un juicio de emociones en la tela de araña de la violencia invisible.

 Alauda Ruiz de Azúa ha sido reconocida por su brillante debut cinematográfico con Cinco lobitos(2022), una película que le valió el Goya a la Mejor Dirección Novel y consolidó su talento narrativo con una mirada profunda sobre las relaciones familiares y las emociones humanas. Su carrera despegó con esta obra, que reflejaba su aguda observación sobre la vida cotidiana y la complejidad de las dinámicas familiares. Tras este éxito, la directora da un paso audaz en su carrera al embarcarse en el proyecto de Querer, una miniserie para Movistar Plus+ que aborda el delicado tema de la violencia de género en el seno de una familia aparentemente perfecta. La serie profundiza en la denuncia de una mujer que, después de años de matrimonio, decide denunciar a su marido por violación, llevando al espectador a reflexionar sobre el consentimiento, las relaciones de poder y la violencia invisibilizada dentro de lo más íntimo del hogar.

La serie se estructura en cuatro episodios, con una duración aproximada de 50 minutos cada uno, que siguen el desarrollo de un proceso judicial en torno a la denuncia de Miren (Nagore Aranburu) contra su marido Iñigo (Pedro Casablanc). Este conflicto se convierte en un verdadero punto de partida para una introspección sobre el sistema patriarcal, las estructuras de poder invisibles y las complejidades de las relaciones familiares. La trama se despliega con un ritmo tenso, casi de thriller psicológico, donde cada personaje juega un papel crucial en la exploración de un tema difícil y necesario.


El primer acierto de la serie es el casting. Nagore Aranburu, conocida por su papel en Loreak (2014), es la cara de la denuncia, y su interpretación de Miren es magistral. La directora buscó, según sus propias palabras, alejarse del arquetipo tradicional de la víctima femenina, construyendo a un personaje lleno de misterio e incertidumbre. Aranburu transmite una complejidad emocional que inquieta y atrae al espectador a lo largo de los episodios. La constante pregunta sobre su verdadero papel en esta tragedia es uno de los grandes logros de la serie. Frente a ella, Pedro Casablanc, en el papel del marido, ofrece una interpretación igualmente compleja, representando a un hombre que, en su ignorancia, no entiende el mal que ha causado, lo que provoca un contraste feroz con la perspectiva de la mujer.


El guion, escrito por Alauda Ruiz de Azúa, Júlia de Paz y Eduard Sola, tiene un enfoque meticuloso y detallado, tanto en la construcción de los personajes como en el tratamiento de los temas. La directora hace un excelente trabajo al ir desentrañando la historia en fragmentos, similar a un proceso judicial, estructurando los capítulos con los títulos de “Querer”, “Mentir”, “Juzgar” y “Perder”. Cada uno de estos epígrafes no solo marca un paso en la narrativa judicial, sino que también refleja las diferentes fases emocionales de los personajes involucrados. La elección de los actores secundarios también es un punto fuerte. Los hijos de la pareja, interpretados por Miguel Bernardeau e Iván Pellicer, añaden una capa adicional de complejidad, ya que se ven atrapados entre lealtades contradictorias, siendo testigos y actores de una violencia que los excede.


La fotografía y el atrezo son otros elementos que merecen mención especial. La elección de espacios cerrados, con una iluminación sutil y sombría, refuerza el tono de claustrofobia emocional que atraviesa toda la serie. El vestuario, en especial el de Miren, juega un papel fundamental en la caracterización del personaje: su ropa, en su sencillez, refleja tanto su sumisión como su liberación a lo largo de los episodios. La ausencia de banda sonora es otra elección decisiva que refuerza el realismo y la dureza de los momentos clave de la trama. El silencio y la falta de música contribuyen al suspense y a la tensión en las escenas más críticas, donde las palabras de los personajes adquieren toda su fuerza.


En cuanto a la comparación con otras obras del género, Querer se distingue por su tratamiento sutil y nada sensacionalista del tema de la violencia de género. Si bien la serie guarda paralelismos con el cine de denuncia social que explora la dinámica del abuso en el ámbito familiar, como La pianista (2001) de Michael Haneke o The Wife (2017) de Björn Runge, su aproximación más intimista y profunda la posiciona como un testimonio contemporáneo muy necesario. La ausencia de juicios apresurados y la profunda empatía hacia los personajes permiten que el espectador se adentre en la complejidad de las situaciones, sin caer en la dramatización fácil.


Uno de los momentos culminantes de Querer se da en el juicio, especialmente en el tercer capítulo, donde la serie se convierte en un juego de tensión verbal. Los careos entre los personajes, a través de los contraplanos, exploran la fragmentación emocional de los protagonistas, especialmente la desconexión entre la versión del marido y la de la mujer. Es un examen minucioso de cómo las violencias, a menudo invisibles, se ocultan en las sombras de la cotidianidad, cómo la mirada del otro nunca ha percibido el sufrimiento de quien tiene al lado.


Conclusión

Con Querer, Alauda Ruiz de Azúa ha logrado una serie que no solo denuncia, sino que también invita a la reflexión sobre el consentimiento, el poder y la invisibilidad de las violencias cotidianas. La directora utiliza su extraordinaria capacidad para diseccionar las emociones humanas y las complejidades de la psicología de los personajes, abordando un tema tan complejo con delicadeza y rigor. En un entorno social donde la cuestión de la violencia de género está cada vez más presente, Querer es una obra esencial que, sin ser un alegato político explícito, ofrece una profunda reflexión sobre las estructuras de poder y las dinámicas de control en las relaciones personales.


El mensaje que transmite la serie es claro: la violencia no siempre se ve, pero está ahí, actuando como un fantasma que recorre los pasillos de la vida cotidiana, haciendo que incluso los gestos más inocentes se transformen en instrumentos de control. Querer no solo denuncia una injusticia, sino que también nos confronta con la pregunta de cómo entender la culpa y el consentimiento en un mundo donde las respuestas no siempre son claras.


Xabier Garzarain 




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