“Raqa: Un Thriller de Espionaje que Se Queda a Medias”
Raqa es una película de espías que nos sumerge en las entrañas del Estado Islámico en Siria, en pleno apogeo de la lucha contra el ISIS. Dirigida por Gerardo Herrero y basada en la novela Vírgenes y verdugos de Tomás Bárbulo, el film retrata un thriller de alta tensión y espionaje, siguiendo las peripecias de dos personajes principales: el espía internacional conocido como El Saharaui, interpretado por Álvaro Morte, y Malika, una enfermera infiltrada en el grupo terrorista, interpretada por Mina El Hammani. Ambos se ven atrapados en un mundo de traiciones, secretos y conspiraciones, mientras buscan al líder yihadista conocido como El Jordano.
Gerardo Herrero, un director con una carrera marcada por el cine de acción y thriller, presenta en Raqauna evolución hacia un tono más maduro y sombrío. A lo largo de su filmografía, Herrero ha tratado temas complejos como la política internacional, la corrupción y la lucha por la supervivencia en mundos hostiles, pero en esta película se adentra en una dimensión aún más cruda y realista del conflicto global. Su dirección ha madurado, y en Raqa la cámara se mantiene cercana a los personajes, sumergiendo al espectador en un escenario tenso y claustrofóbico donde cada decisión puede ser mortal. Este enfoque refleja su habilidad para mantener el ritmo de la narrativa mientras explora los dilemas internos de los protagonistas, sin perder de vista la crudeza de la realidad geopolítica que los rodea.
El guion, firmado por Irene Zoe Alameda y basado en el libro de Tomás Bárbulo, logra tejer una trama compleja, pero lo suficientemente directa como para no perder al espectador. La historia fluye con un ritmo bien controlado, alternando momentos de calma tensa con secuencias de acción vertiginosa. Este balance es clave para mantener la tensión sin caer en el exceso de violencia, un tropo común en los thrillers de espionaje. La trama no solo se enfoca en el conflicto bélico y político, sino que también explora las tensiones internas de los personajes, sus motivaciones y las decisiones difíciles que deben tomar en un ambiente de constantes traiciones.
En cuanto a la interpretación, tanto Álvaro Morte como Mina El Hammani entregan actuaciones sólidas y profundas. Morte, conocido por su papel en La casa de papel, aporta una seriedad y un compromiso con el personaje de El Saharaui, un hombre atrapado entre su deber y su moralidad, mientras que El Hammani ofrece una Malika convincente, cuya ambigüedad como agente infiltrada crea un contrapunto perfecto a la dureza de la misión. Ambos actores logran humanizar a sus personajes, haciendo que sus dilemas internos sean tan importantes como la misión que deben llevar a cabo. La química entre ellos, aunque tensa, también resalta el profundo respeto mutuo que, aunque naciendo en circunstancias extremas, se forja en la complicidad y el riesgo compartido.
La película se enriquece enormemente con su dirección de arte y vestuario. Nerea Torrijos, encargada del diseño de vestuario, sabe cómo equilibrar la funcionalidad y la estética, creando trajes que no solo son representativos de la región y el contexto, sino que también refuerzan la atmósfera de tensión y peligro constante. Los vestuarios de los personajes son sencillos pero cargados de simbolismo, reflejando su identidad, su rol en la misión y su relación con los demás. La dirección de arte, a cargo de Mamen Hernández, destaca por su realismo. Los escenarios, principalmente rodados en Marruecos, recrean con fidelidad la ciudad de Raqa, convirtiéndose casi en un personaje más, un entorno peligroso, árido y desolado que amplifica la sensación de claustrofobia y desesperación que experimentan los personajes.
El atrezo, supervisado por Youssef Barigou, sigue la misma línea de realismo, prestando atención a los detalles más pequeños, lo que contribuye a sumergir al espectador en el mundo de la película. Los objetos, las armas, los vehículos, todo está cuidadosamente seleccionado para reflejar la época, el lugar y la intensidad del conflicto, reforzando la sensación de que todo en este mundo es impredecible y letal. Esta atención al detalle hace que el entorno en el que se mueven los personajes se sienta auténtico y visceral, y no como un simple decorado cinematográfico.
La música, compuesta por Paula Olaz, es otro de los aspectos destacados de la película. Olaz logra crear una atmósfera tensa y evocadora, que se adapta perfectamente a las diferentes fases de la trama. Desde las escenas de acción hasta los momentos más introspectivos, la banda sonora complementa la acción y los cambios emocionales, intensificando la tensión dramática en todo momento. Su música, con tonos oscuros y resonantes, subraya la opresión y el peligro que acechan a los personajes, amplificando la atmósfera de un thriller de espionaje que no da tregua.
La fotografía de Juan Carlos Gómez, por su parte, es uno de los pilares que sustenta la narrativa visual de la película. La cámara se mueve con una fluidez que ayuda a mantener el ritmo rápido y dinámico del filme, pero también sabe ralentizarse cuando es necesario, capturando la tensión en los rostros de los personajes o la vasta inmensidad del desierto. La luz juega un papel crucial, con claroscuros que refuerzan el tono de incertidumbre y amenaza, mientras que las tomas abiertas de los paisajes desérticos de Siria y el mundo asolado por la guerra parecen recordarnos que el conflicto va más allá de los personajes individuales.
En conclusión, Raqa es una película que no solo ofrece un retrato emocionante y a menudo perturbador de la lucha contra el terrorismo, sino que también presenta un análisis profundo de la moralidad, la lealtad y la supervivencia en tiempos de guerra. Gerardo Herrero ha sabido construir un relato que no solo se centra en la acción, sino también en los dilemas humanos que atraviesan sus protagonistas, quienes, a pesar de estar inmersos en un mundo de conspiraciones y violencia, siguen siendo individuos con motivaciones, miedos y deseos propios. El ritmo tenso, las interpretaciones de sus actores, la música de Paula Olaz, y la dirección de arte y vestuario, bajo la supervisión de Nerea Torrijos y Mamen Hernández, son elementos que contribuyen a crear una atmósfera única, que logra envolver al espectador de manera efectiva.
La película, a través de su enfoque realista y detallado, busca transmitir no solo el horror del conflicto en el que se encuentran sus personajes, sino también las contradicciones morales y humanas que surgen en contextos extremos. Los personajes de Raqa no son héroes ni villanos claros, sino personas que se ven arrastradas a decisiones extremas por las circunstancias que los rodean. En este sentido, el filme no solo se ofrece como un thriller de espionaje, sino como una reflexión sobre los límites de la moralidad, la identidad y la supervivencia en un mundo lleno de sombras.
El mensaje que el director nos quiere transmitir va más allá de una simple narración de espionaje o acción. Herrero plantea preguntas sobre el papel de la humanidad en un contexto bélico globalizado y la capacidad de las personas para mantener su humanidad en medio de la violencia y la corrupción. Raqa se erige como una crítica profunda a las dinámicas de poder, la guerra y la religión, mostrando cómo los individuos, atrapados en sistemas más grandes que ellos mismos, luchan por mantener su integridad mientras navegan en un mar de traiciones, secretos y conflictos. La película invita a reflexionar sobre la verdadera naturaleza del enemigo y el costo personal de luchar en guerras ajenas.
Xabier Garzarain




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