“The Apprentice: Un retrato oscuro y revelador del ascenso de Donald Trump”

Ali Abbasi, un director que ha ido consolidándose en el cine contemporáneo, explora en The Apprentice un terreno que, si bien no es del todo nuevo para él, marca una evolución significativa en su estilo y temática. Conocido por sus películas Border (2018), donde aborda el género fantástico y el drama con una atmósfera inquietante, y Shelley (2016), una obra que explora el terror psicológico, Abbasi ha demostrado una habilidad particular para escarbar en las zonas más oscuras y complejas del ser humano. Mientras que en Border el foco está en la identidad y lo inusual, en The Apprentice, Abbasi se sumerge en un terreno profundamente político y ético, donde el poder, la manipulación y la ambición son protagonistas.



En The Apprentice, Abbasi cambia de registro para centrarse en una historia real que mezcla drama y biografía, un cambio que evidencia su versatilidad como cineasta. La película nos sitúa en el Nueva York de los años 70, donde un joven Donald Trump (interpretado por Sebastian Stan) busca ascender en el mundo de los negocios bajo la influencia de Roy Cohn (Jeremy Strong), un abogado que encarna la crueldad y el pragmatismo en su forma más despiadada. Abbasi utiliza la figura de Cohn no solo como mentor del joven Trump, sino como catalizador de la transformación de este en el personaje que hoy es conocido mundialmente. Este planteamiento muestra una relación directa con la fascinación de Abbasi por los personajes complejos y moralmente ambiguos.



El ritmo de la película es sólido, atrapando al espectador desde el inicio y manteniendo una tensión que crece conforme avanza la trama. La narrativa está magistralmente estructurada, permitiendo que la evolución de Trump sea gradual y creíble. Abbasi sabe dosificar los momentos clave, utilizando tanto el silencio como los diálogos incisivos para profundizar en la psique de sus personajes. Los flashbacks y escenas que retratan el ascenso social y emocional de Trump están perfectamente integrados, aportando profundidad sin distraer de la trama principal.



Sebastian Stan y Jeremy Strong entregan actuaciones destacadas, siendo esta una de las interpretaciones más intensas de Stan, quien logra capturar la ambición y la vulnerabilidad de un joven Trump que lucha por ganar la aprobación de su padre y el respeto de la élite neoyorquina. Strong, por su parte, compone un Roy Cohn que es a la vez repulsivo y fascinante, alguien que lleva la moral al límite y que, en su relación con Trump, representa la corrupción del ideal americano. La química entre Stan y Strong es palpable y añade una capa de tensión que eleva la película.



La película cuenta con algunas anécdotas de rodaje interesantes; se dice que Abbasi insistió en recrear algunos de los espacios emblemáticos de Nueva York de los años 70 con un nivel de detalle exhaustivo. Este realismo buscado se nota en la cuidadosa elección de localizaciones y en la recreación de la atmósfera de la época, que incluye decorados y objetos de la vida cotidiana que transportan al espectador a esa época.



En cuanto a la relación con otras películas del género, The Apprentice comparte una atmósfera de tensión psicológica que recuerda a filmes como The Godfather y Wall Street. Sin embargo, Abbasi evita caer en clichés, construyendo una obra que se distingue por su enfoque personal y su interés por el análisis ético de sus personajes. La banda sonora, a cargo de David Holmes, Brian Irvine y Martin Dirkov, acompaña este viaje con una mezcla de jazz y temas orquestales que refuerzan el ambiente oscuro y elegante de la historia.



La dirección de fotografía, obra de Kasper Tuxen Andersen, juega un papel crucial. Los tonos oscuros y el uso de la luz y la sombra reflejan los dilemas internos de los personajes, mientras que el vestuario, diseñado para evocar la moda de los años 70 sin perder autenticidad, juega un papel fundamental en la construcción de sus personalidades y en la atmósfera de la época. Desde los trajes rígidos de Roy Cohn, que enfatizan su formalidad y poder, hasta la indumentaria juvenil y ambiciosa de un joven Trump, el vestuario actúa casi como un personaje en sí mismo, revelando más capas de la psicología de cada figura central. El trabajo de atrezo complementa estos elementos, logrando que cada objeto y cada detalle contribuyan a recrear la esencia de una ciudad y un mundo en efervescencia.



The Apprentice es más que un retrato biográfico; es un estudio incisivo sobre el poder y la corrosión moral que este puede generar en quienes lo persiguen sin miramientos. Ali Abbasi, con su característico enfoque sombrío y penetrante, invita al espectador a cuestionarse la ética de los modelos de éxito que la sociedad moderna idolatra. A través de la figura de un joven Donald Trump, muestra cómo una ambición desmedida, alimentada por figuras carismáticas y sin escrúpulos como Roy Cohn, puede convertirse en un arma devastadora que no solo transforma a una persona, sino que moldea el tejido social en su conjunto.



Abbasi sugiere que, detrás del brillo y el glamur que rodean a figuras de poder, existe un vacío que se llena con manipulación y codicia. En The Apprentice, el director se aleja de la condena simplista y ofrece una visión compleja: no se trata solo de la historia de Trump, sino de la naturaleza humana y del entorno que moldea, fomenta y premia ciertos comportamientos. A través de su trama, Abbasi parece preguntarnos: ¿hasta qué punto es responsable el individuo, y hasta qué punto lo es el sistema que alienta y respalda su ascenso? En ese sentido, la película no es una simple crítica a un personaje polémico, sino una reflexión sobre las consecuencias de idolatrar una versión distorsionada del éxito.



Al final, Abbasi presenta una sociedad cómplice, que ignora los costos humanos de la ambición y la deshumanización, en su afán de crear mitos y figuras intocables. The Apprentice actúa como un espejo oscuro, donde el espectador puede vislumbrar no solo las decisiones de los protagonistas, sino las estructuras sociales y culturales que los validan. El mensaje final de Abbasi es claro y penetrante: mientras el poder y la avaricia sigan siendo el camino más directo hacia el reconocimiento, las figuras como Trump no serán una excepción, sino una consecuencia inevitable en una sociedad que aún premia el vacío detrás del éxito.


Xabier Garzarain 






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