“Yo no soy esa” Caminos de autenticidad.

 María Ripoll nos sumerge en una historia de autodescubrimiento y adaptación a una nueva realidad en Yo no soy esa. La película presenta un relato nostálgico y conmovedor a través del viaje emocional de Susana, quien, tras caer en coma en los años 90, despierta en 2024 enfrentando una sociedad transformada y una identidad que debe redefinir. Ripoll explora temas como el crecimiento personal y el choque generacional en un relato que mezcla la comedia y el drama con una sensibilidad que conecta profundamente con el espectador.


Yo no soy esa sigue un ritmo fluido que mantiene al espectador atrapado en el proceso de adaptación de Susana, interpretada por Verónica Echegui, quien carga con el peso emocional de un personaje que, a pesar de sus dificultades, sigue buscando su lugar en el mundo. Ripoll alterna escenas de humor y momentos introspectivos de forma equilibrada, logrando un tono que transita entre la ligereza y la reflexión profunda. La trama, estructurada en torno al ajuste de Susana a las dinámicas de 2024, no cae en lo predecible y va revelando progresivamente las diferencias culturales y tecnológicas de los tiempos, destacando cómo estas impactan en la identidad y los valores personales.



Verónica Echegui ofrece una interpretación sólida y emotiva como Susana, logrando un equilibrio entre la vulnerabilidad y la fortaleza del personaje. Echegui transmite con autenticidad el desconcierto y el dolor de una joven atrapada en un cuerpo maduro y en una época desconocida. Silma López y Daniel Grao, como personajes de apoyo, enriquecen el viaje de Susana, representando dos perspectivas de la realidad contemporánea: la amiga que la ayuda a adaptarse y el profesional que intenta entenderla. Ángela Molina, en un papel más secundario, aporta una presencia cálida y sabia, casi como un ancla emocional en la nueva vida de Susana. La relación entre los personajes, especialmente entre Susana y quienes la rodean, añade profundidad emocional y ayuda a construir una trama humana y cercana.


Yo no soy esa dialoga con películas de cambio temporal y de autodescubrimiento, como Big (1988) o Si yo tuviera 30 (2004), aunque desde una perspectiva más introspectiva y con un marcado enfoque en el crecimiento personal. A diferencia de otros relatos de “pez fuera del agua”, Ripoll evita caer en clichés y convierte el choque cultural en un vehículo para reflexionar sobre la evolución de los valores y las diferencias generacionales. La película también recuerda, en su tono nostálgico y su mensaje de autoafirmación, a recientes dramas españoles que exploran la identidad, como Las niñas (2020), aportando una perspectiva única y honesta en el cine contemporáneo español.



La ambientación y el vestuario juegan un papel crucial en la narrativa. Los elementos de los años 90 están presentes en flashbacks y recuerdos de Susana, mostrando con detalles los estilos y la estética de esa década. Esto crea un contraste visual con la sociedad contemporánea, destacando las diferencias en moda y tecnología. La dirección de arte logra representar las sensaciones de una época sin caer en estereotipos, lo que añade autenticidad al viaje de Susana. El vestuario, especialmente en las escenas en las que Susana intenta adaptarse al presente, ilustra sus intentos de integrarse en una sociedad que le resulta extraña y, a la vez, marca su proceso de reconexión con su identidad.


La música de Simon Smith capta la esencia de ambas épocas: combina melodías nostálgicas de los años 90 con sonidos contemporáneos, creando una banda sonora que enfatiza el conflicto interno de Susana y su transición a la modernidad. La fotografía de Joan Bordera complementa esta dualidad temporal; Bordera utiliza una paleta de colores cálidos en los recuerdos de Susana y una iluminación más fría y directa en el presente. La cuidadosa composición de cada encuadre, a veces desenfocando el fondo para resaltar la confusión de Susana en los momentos clave, añade una capa de sutileza visual que enriquece la narrativa y refuerza la idea de alienación y redescubrimiento.


En resumen, Yo no soy esa es una obra conmovedora que se aleja de las típicas comedias de cambio temporal y se enfoca en la introspección, explorando cómo el choque cultural y generacional afecta la búsqueda de identidad. María Ripoll ofrece una mirada fresca y profunda sobre el valor de ser fiel a uno mismo, independientemente de las normas sociales o de los tiempos cambiantes. La película lanza un mensaje claro: en una era obsesionada con la popularidad y las apariencias, lo más importante es mantenerse fiel a uno mismo y aceptar los cambios como parte de la vida.


Xabier Garzarain 




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