“Al otro barrio: La comedia que rompe fronteras sociales.”

Mar Olid, con una carrera marcada por la exploración de las desigualdades sociales y las historias de redención, vuelve a apostar por su sensibilidad para captar las tensiones urbanas en Al otro barrio(2024). Desde su ópera prima Silencio en la periferia (2016), donde retrató el día a día de una comunidad gitana en el sur de España, hasta su aclamada Cruzar la calle (2019), la directora ha refinado su habilidad para encontrar humanidad y humor en situaciones aparentemente insalvables. En esta ocasión, Olid amplía su mirada a través de una sátira social que, aunque conserva su estilo empático y realista, da un paso más hacia la comedia coral, mostrando su evolución como narradora.


Al otro barrio (2024) es una película de contrastes, no solo en su narrativa, sino también en su ritmo. Olid construye una historia que, al principio, parece una sátira al estilo de los hermanos Farrelly, con personajes caricaturescos y situaciones absurdas. Pero, a medida que avanza, adopta un tono más introspectivo que recuerda a la obra de Fernando León de Aranoa, profundizando en la adaptación de Andrés (Quim Gutiérrez) a una nueva realidad que desafía su comodidad y privilegios. El guion, coescrito por Khaled Amara, Mohamed Hamidi y Michaël Souhaité, mezcla con habilidad momentos de humor con una crítica social aguda, logrando que la película mantenga un ritmo ágil pese a algunos altibajos en su tramo medio.


Quim Gutiérrez se adueña de la pantalla con una interpretación convincente, logrando transitar de la arrogancia inicial de Andrés a una vulnerabilidad inesperada sin perder el humor ácido que caracteriza al personaje. Sara Sálamo y María de Nati aportan equilibrio emocional como miembros del equipo que se enfrentan a sus propios dilemas en Los Caños, mientras que Hamza Zaidi y Carmen Ruiz añaden chispa cómica y autenticidad a los vecinos del barrio. Francesc Orella, en un papel secundario, aporta la sobriedad necesaria como mentor involuntario de Andrés, recordándonos su capacidad para encarnar personajes complejos y multifacéticos.


El rodaje en Los Caños no estuvo exento de desafíos. Según Olid, varias escenas tuvieron que ser reescritas sobre la marcha para adaptarse a las dinámicas del barrio, que se convirtió en un protagonista más de la película. Además, Quim Gutiérrez confesó en entrevistas que su interacción con los residentes locales le ayudó a entender mejor a su personaje, mientras que Hamza Zaidi improvisó varias de sus líneas más divertidas, lo que aportó frescura a los diálogos.


Al otro barrio (2024) se inscribe en la tradición de películas que exploran el choque de clases y culturas, como El método Grönholm o Perfectos desconocidos, pero lo hace desde un enfoque más ligero y menos mordaz. También recuerda a En un barrio de Nueva York por su representación vibrante de una comunidad marginada, aunque aquí la música cede terreno a una narrativa más centrada en los personajes.


La banda sonora, compuesta por Alberto Iglesias, añade profundidad emocional a la película, mezclando temas urbanos con toques de flamenco y jazz que encapsulan la dualidad de Madrid. La dirección de arte y el vestuario subrayan los contrastes entre los mundos que habitan Andrés y los vecinos de Los Caños, mientras que la fotografía de José Luis Alcaine alterna entre tonos fríos y cálidos para reflejar la transformación del protagonista. El uso de la luz natural en las escenas del barrio otorga autenticidad al entorno, mientras que las oficinas del centro de Madrid se presentan con un estilismo casi clínico, reforzando la alienación inicial de Andrés.



Mar Olid nos recuerda con Al otro barrio (2024) que las personas no cambian por obligación, sino por las conexiones humanas que encuentran en el camino. Aunque la película no evita caer en algunos clichés del género, logra destacar por su corazón y humor, ofreciendo una reflexión necesaria sobre las divisiones sociales y la importancia de abrirse al otro.


En palabras del propio Andrés: “Creí que me movía en la cima, pero la vista desde abajo también tiene su encanto”. Una frase que encapsula perfectamente el viaje emocional que propone Olid.


Xabier Garzarain 

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