“Kraven: Caza de la bestia y de uno mismo”

Kraven no es solo una película de acción. Es una transformación, un viaje salvaje hacia la complejidad de la psique humana, una narrativa que nos invita a cuestionar la moralidad, la naturaleza y los límites del honor. Dirigida por J.C. Chandor, reconocido por su aguda exploración de la moral y la violencia en Margin Call y A Most Violent Year, esta incursión en el mundo de los superhéroes es una apuesta audaz que no solo expande los límites del género, sino que también redefine al villano clásico. En este caso, Sergei Kravinoff (interpretado por Aaron Taylor-Johnson) no es solo el antagonista de Spider-Man, sino un hombre atrapado entre su humanidad y su bestialidad.


La película nos presenta a un Kraven mucho más complejo de lo que cabría esperar en el marco de un universo tan cargado de acción. Desde sus primeros años, donde fue educado en el arte de la caza sin piedad, hasta su conversión definitiva en Kraven el Cazador, la narrativa avanza desentrañando las motivaciones internas de un personaje marcado por su obsesión con el poder y la venganza. Lo fascinante de Kraven es cómo J.C. Chandor logra ir más allá de la superficie, dándole al personaje una profundidad que raramente encontramos en este tipo de películas. La acción es imponente, las peleas son intensas y visualmente impresionantes, pero lo que realmente destaca son los momentos de introspección del protagonista, que nos recuerdan que este hombre salvaje es también un hombre roto.


Una de las referencias más evidentes de Kraven es la conexión con clásicos del cine de acción y aventuras, sobre todo con películas que abordan la relación del hombre con la naturaleza, como Apocalypse Now de Francis Ford Coppola, donde el conflicto interno del personaje principal es tan esencial como los combates que enfrenta. De hecho, Kraven comparte con el film de Coppola esa sensación de un viaje hacia el abismo de la mente humana, donde el protagonista se enfrenta tanto a la guerra externa como a la guerra interna. También podemos ver ecos de The Revenant de Alejandro González Iñárritu, otra historia de supervivencia en la que la conexión con la naturaleza juega un papel fundamental en la evolución del personaje. En ambos casos, el hombre es puesto a prueba por el entorno, pero es la introspección y la lucha interna lo que lo define.



En cuanto a las interpretaciones, Aaron Taylor-Johnson es el centro de la película. Como Kraven, ofrece una interpretación matizada, en la que combina la brutalidad con la vulnerabilidad de un hombre que se ve constantemente desbordado por las circunstancias. No obstante, a veces su interpretación se ve opacada por una trama que no siempre logra darle el espacio necesario para profundizar en la complejidad emocional del personaje. Fred Hechinger, como Dmitri, su medio hermano, se destaca con un papel secundario pero crucial, brindando un contraste interesante a la intensidad de Kraven. Hechinger es frío, calculador, pero también tiene momentos de humanidad que se sienten más auténticos que los de Kraven.


El rodaje de Kraven fue una experiencia peculiar. Según varias fuentes cercanas al set, una de las dificultades más notables fue la creación de las secuencias de acción que requerían un alto nivel de coreografía. Taylor-Johnson, que es conocido por su dedicación física, pasó varias semanas entrenando para las intensas escenas de combate cuerpo a cuerpo. Se rumorea que Chandor se enfrentó a varios desafíos al querer mantener un balance entre la acción espectacular y la necesidad de explorar los momentos más introspectivos del personaje. De hecho, el director expresó en entrevistas previas a la película que una de las mayores preocupaciones era no dejarse llevar por el ritmo de los blockbusters tradicionales y perder la esencia emocional de la historia.


El aspecto visual de la película es un elemento clave en la construcción de la atmósfera, y Ben Davis, director de fotografía, es el encargado de lograrlo. La película está repleta de planos oscuros y contrastados que nos sumergen en la mente torturada de Kraven. La fotografía resalta tanto los paisajes urbanos como las selvas selváticas, haciendo de cada entorno un campo de batalla para las emociones internas del protagonista. La dirección artística, a cargo de Paul Laugier, utiliza el espacio de manera impresionante para subrayar la desolación y el aislamiento del personaje.


El vestuario, diseñado por Sammy Sheldon, juega un papel fundamental en la creación de la atmósfera. Kraven, por ejemplo, no es solo un cazador, sino también una bestia que se viste como tal, en un tono que oscila entre la naturaleza y la civilización. Los colores oscuros y terrenales reflejan su conexión con los depredadores, mientras que los detalles, como los collares y las pieles, enfatizan su lucha constante con su propia humanidad.



A lo largo de la película, la música compuesta por Benjamin Wallfisch actúa como una extensión del caos interior del protagonista. Wallfisch opta por una banda sonora minimalista, construida sobre acordes tensos y ritmos pulsantes, que evoca una sensación de peligro inminente y de constante incomodidad. La música no es solo un acompañamiento; es un reflejo de los sentimientos que se agitan dentro de Kraven mientras va desentrañando su propio ser.


En cuanto al mensaje de la película, Kraven no es solo una historia sobre cazar y ser cazado. Es un análisis profundo sobre el conflicto entre la naturaleza humana y lo animal, entre la violencia externa y la interna. Chandor nos invita a cuestionar qué significa realmente ser un monstruo. ¿Es el hombre que persigue sus deseos y su venganza un ser más temible que el cazador que solo sigue su instinto? La película plantea la posibilidad de redención a través del sufrimiento y la introspección, pero también nos recuerda que algunos demonios son imposibles de vencer.


En conclusión, Kraven es una película que, a pesar de sus tropiezos narrativos y su ritmo irregular, ofrece una mirada fresca al universo de los superhéroes. Aunque las secuencias de acción están bien logradas, es en los momentos más silenciosos, donde el protagonista se enfrenta a sí mismo, donde la película realmente brilla. J.C. Chandor ha logrado crear una historia que va más allá de lo esperado en este tipo de filmes, y que, sin ser una obra maestra, sí tiene la capacidad de dejar al espectador reflexionando mucho después de haber abandonado la sala de cine.


Xabier Garzarain 

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