“ Por donde pasa el silencio nos invita a reflexionar sobre lo que callamos en nuestras relaciones familiares”
Sandra Romero Acevedo, conocida por su capacidad para abordar la complejidad emocional de los lazos familiares, entrega su obra más madura con Por donde pasa el silencio (2024). Desde su debut con A la sombra del olivo (2014), un relato íntimo sobre los secretos de una familia en la Andalucía rural, hasta su premiada Camino de ida (2018), donde exploraba la relación entre migración y pertenencia, Romero ha construido una filmografía que encuentra belleza y tensión en lo cotidiano. Con esta nueva propuesta, la directora no solo reafirma su sensibilidad narrativa, sino que se adentra en un terreno más personal, explorando dinámicas familiares complejas desde un enfoque profundamente humano.
La trama de Por donde pasa el silencio (2024) se despliega con un ritmo pausado, reflejo del ambiente introspectivo de Écija y del peso emocional de las decisiones de Antonio. Sandra Romero utiliza la Semana Santa como telón de fondo, no solo por su carga cultural, sino también como un símbolo de penitencia y redención que acompaña al protagonista. El guion, escrito por la misma directora, es un retrato sincero y sin artificios de las tensiones entre el deber y el deseo, cargado de silencios que dicen tanto como las palabras.
Antonio Araque destaca en su interpretación del protagonista, aportando una mezcla de fortaleza y vulnerabilidad que conecta al espectador con su dilema. Su conexión en pantalla con Javier Araque, quien interpreta a su hermano en un papel que rompe esquemas en la representación de personas con discapacidad, constituye el núcleo emocional de la película. María Araque, como la hermana mediadora, ofrece una actuación discreta pero esencial, mientras que Mona Martínez, en el papel de la madre, representa con maestría el peso de una vida dedicada al sacrificio familiar.
El rodaje en Écija estuvo lleno de momentos significativos, incluyendo la participación de los habitantes locales, quienes se convirtieron en parte integral de las escenas de Semana Santa, aportando autenticidad y espontaneidad. Sandra Romero ha mencionado en entrevistas que trabajar con Antonio y Javier Araque, hermanos en la vida real, añadió una profundidad única a las dinámicas familiares representadas en la película.
En cuanto a su lugar en el género, Por donde pasa el silencio se alinea con películas como Solas (1999) de Benito Zambrano o La isla mínima (2014) de Alberto Rodríguez, por su capacidad para capturar la esencia del sur de España y sus conflictos humanos. Sin embargo, la película también tiene ecos de obras internacionales como Rain Man (1988) en su exploración de relaciones fraternas complejas, aunque desde una perspectiva culturalmente muy distinta.
La banda sonora de Ernesto Aurignac es un homenaje al folclore andaluz, mezclando saetas tradicionales con composiciones minimalistas que refuerzan la tensión emocional. El vestuario, diseñado por Paola Torres, refleja con sutileza las diferencias entre el mundo urbano de Antonio y la vida más modesta y tradicional de su familia. La fotografía de Álex Catalán capta la luz dorada de Écija con una belleza casi pictórica, contrastando con los interiores oscuros que simbolizan el conflicto interno del protagonista.
Sandra Romero Acevedo, con Por donde pasa el silencio, nos invita a reflexionar sobre la responsabilidad hacia nuestras raíces y la lucha interna entre el deber y el deseo personal. Según palabras de la propia directora, esta película busca “reconciliar las expectativas que nos impone la vida con la necesidad de ser fieles a nosotros mismos”. A través de Antonio, Romero explora cómo las decisiones más difíciles no siempre se basan en elecciones entre el bien y el mal, sino en entender y aceptar nuestras propias limitaciones y fortalezas.
El mensaje central de la película gira en torno a la conexión humana y la importancia de enfrentar los silencios que existen en nuestras relaciones. Romero nos recuerda que el verdadero amor y el compromiso no siempre se expresan con palabras, sino con acciones, gestos y la capacidad de permanecer cuando todo parece empujarnos a irnos.
La conclusión final que deja Por donde pasa el silencio es que nuestras raíces no solo nos atan, también nos sostienen. La película es un homenaje a esos vínculos familiares que, aunque a menudo se vean ensombrecidos por conflictos, son el refugio que define quiénes somos. Sandra Romero, fiel a su estilo, nos deja con una obra que no busca darnos respuestas claras, sino que nos obliga a enfrentarnos a nuestras propias preguntas, recordándonos que el silencio, como el amor, tiene un lenguaje propio que debemos aprender a escuchar.
En su última escena, cuando Antonio y Javier comparten un momento de absoluta quietud bajo el cielo de Écija, la película nos regala un cierre simbólico que encapsula esta verdad: en el silencio, hay espacio para el entendimiento, la reconciliación y, finalmente, la paz.
Xabier Garzarain


Comentarios
Publicar un comentario