“Fuera de temporada: El reencuentro con el pasado que define el futuro”

 Stéphane Brizé ha sido reconocido por su enfoque en el cine social y político, abordando cuestiones de clase, trabajo y desigualdad en películas como La ley del mercado (2015) y El jardín de Jeannette(2020). Sin embargo, con Fuera de temporada nos encontramos con una faceta más introspectiva de su cine. Lejos de los grandes conflictos sociales, esta película se enfoca en los dilemas personales y emocionales de sus personajes, convirtiéndose en una obra de madurez artística. Esta evolución marca un claro giro hacia la exploración de lo humano a través de los vínculos personales, un estilo que se aleja de las grandes estructuras de poder para centrarse en los pequeños, pero intensos, dramas internos.


Brizé se distancia aquí de sus preocupaciones previas por las injusticias sociales y laborales para ofrecer una obra profundamente personal. El cineasta ha mencionado en entrevistas que la película responde, en parte, a su propia reflexión sobre el paso del tiempo y la inevitabilidad de la muerte. Esto se traduce en una obra que respira la melancolía de los reencuentros, la imposibilidad de cerrar capítulos y el constante diálogo entre el pasado y el presente. En lugar de plasmar una estructura narrativa convencional, el director opta por una disposición fragmentada, donde los personajes luchan por comprender sus propios sentimientos a medida que se enfrentan a lo que dejaron atrás.



El ritmo de Fuera de temporada es deliberadamente pausado. Este no es un relato de acción, ni de grandes giros dramáticos; su fuerza radica en la paciencia con la que los personajes se enfrentan a sus propios recuerdos y emociones. A lo largo de la película, Brizé nos presenta una trama sencilla pero poderosa: Mathieu (Guillaume Canet), un actor famoso que se acerca a los 50 años, viaja a un balneario termal para tratar de superar su melancolía y hacer frente a las cicatrices de su pasado. Alice (Alba Rohrwacher), la mujer con la que compartió un amor profundo en su juventud y de la que se separó hace años, vive en ese mismo balneario, llevando una vida más tranquila como profesora de piano. La coincidencia de ambos en este espacio parece ser un encuentro fortuito, pero a medida que la trama avanza, se revela que la presencia de Alice activa una serie de sentimientos no resueltos en Mathieu. A partir de ahí, la película transita por un constante tira y afloja entre la necesidad de cerrar viejas heridas y la dificultad de hacerlo.


El guion, escrito por el propio Brizé junto a Marie Drucker, evita caer en melodramas innecesarios. En lugar de exponer los sentimientos explícitamente, el director prefiere que estos surjan de las miradas, los silencios y los gestos. La película es un espacio donde las emociones se revelan de manera indirecta, siempre a través de lo no dicho, de lo que se retiene y se esconde bajo una apariencia tranquila. El ritmo se adapta a esta estructura, sin prisas, como si el tiempo mismo fuera un personaje más en la historia.


Las actuaciones en Fuera de temporada son el alma de la película. Guillaume Canet, conocido por sus papeles en filmes como Pequeñas mentiras sin importancia (2010) y La doble vida de Verónica (1991), ofrece una interpretación mesurada y profundamente humana de Mathieu. En su cara podemos leer la melancolía de un hombre que, aunque ha alcanzado el éxito, siente que algo esencial le ha sido arrebatado. Canet logra transmitir, sin grandes esfuerzos dramáticos, la complejidad de un hombre que lucha por reconciliar su vida pública con la privada, y por aceptar la inevitabilidad del paso del tiempo.



Por otro lado, Alba Rohrwacher, actriz de cine independiente italiana y protagonista de La vida que te espera (2009), ofrece una interpretación igualmente contenida, pero igualmente poderosa. Alice es un personaje lleno de contradicciones: fuerte en su aparente calma, pero vulnerable cuando se enfrenta a las huellas del pasado. Rohrwacher sabe cómo equilibrar la dureza con la dulzura, lo que permite que Alice sea un personaje profundo y resonante. La química entre los dos actores es palpable, y su relación, aunque en apariencia distante y fría, está cargada de tensión emocional, como si ambos estuvieran atrapados en una conversación que nunca terminó.


Stéphane Brizé utiliza la dirección de manera sutil para reforzar los temas centrales de la película. El minimalismo visual y narrativo refleja el vacío interior que sienten los personajes, especialmente Mathieu, quien se ve atrapado en un espacio que parece no avanzar, como si el tiempo estuviera estancado. La elección de los encuadres es igualmente significativa: los planos largos y estáticos, sin grandes movimientos de cámara, permiten que el espectador se sienta parte del espacio que habitan los personajes, inmerso en su cotidianidad y en sus silencios.


El uso de la luz es otro aspecto clave en la dirección. Brizé emplea luces suaves y cálidas que refuerzan la sensación de aislamiento emocional. El balneario, aunque aparentemente un lugar de sanación, se convierte en un espacio donde los recuerdos se solapan y el presente se convierte en una extensión del pasado.



La banda sonora, compuesta e interpretada por Vincent Delerm, es un componente esencial para capturar la atmósfera melancólica de la película. Las composiciones suaves y elegantes acompañan las escenas de una manera casi imperceptible, pero profunda, acentuando la soledad de los personajes y la fugacidad de sus encuentros. Delerm logra una sincronización perfecta entre la música y el tono emocional del filme, sin sobrecargar las escenas ni caer en lo sentimental.


El vestuario, diseñado por Caroline Spieth, es otro aspecto que refleja la cotidianidad de los personajes. Tanto Mathieu como Alice visten ropas simples, sin adornos innecesarios, lo que resalta la austeridad emocional de sus vidas. No hay lujo ni glamour; todo es sencillo, funcional, como si sus vestimentas fueran una extensión de sus estados emocionales.


Fuera de temporada guarda ciertas similitudes con otros filmes contemporáneos que exploran las complejidades del paso del tiempo y los reencuentros. Películas como Antes del atardecer de Richard Linklater o Cuento de otoño de Éric Rohmer vienen a la mente, pero Brizé se aparta de las convenciones del cine romántico convencional para ofrecer algo más introspectivo. La película no se basa en la reanudación de un romance fallido, sino en la búsqueda de algo mucho más profundo: la reconciliación con uno mismo.



En comparación con el cine más comercial de este género, Fuera de temporada renuncia a la idealización del amor y la pasión, optando por una visión más cruda y realista. El amor no es perfecto ni eterno, pero es posible encontrar paz al confrontar los errores del pasado.


El rodaje de Fuera de temporada se realizó en la región costera de Francia, un lugar tranquilo y aislado, donde los actores pudieron sumergirse en el ambiente de la película. Canet y Rohrwacher compartieron en entrevistas que, a pesar de la seriedad del guion, había un ambiente relajado durante el rodaje, lo que permitió que las emociones de los personajes surgieran de manera natural. La mayoría de las escenas fueron rodadas en interiores, lo que acentuó la sensación de claustrofobia emocional que impregna toda la obra.


En conclusión, Fuera de temporada es una reflexión profunda sobre el paso del tiempo, el peso de las decisiones pasadas y la búsqueda de la paz interior. A través de una dirección medida y unas interpretaciones excepcionales, Stéphane Brizé logra una película profundamente humana que deja una huella en el espectador. No hay respuestas fáciles ni finales felices; en su lugar, Brizé nos ofrece un viaje emocional sobre la impermanencia de la vida y la capacidad de sanar, aunque sea a través del dolor.


El director no nos ofrece consuelo fácil, pero nos deja con una reflexión importante: la vida sigue adelante, incluso cuando parece detenerse. Al final, lo único que nos queda es cómo decidimos vivir con lo que hemos hecho y lo que hemos perdido. Una película que, aunque tranquila en su forma, nos sacude con su sinceridad y su desarmante humanidad.


Xabier Garzarain 

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