“Aún estoy aquí: Una madre frente al abismo de la dictadura”

 La trayectoria de Walter Salles como director siempre ha estado marcada por un enfoque profundamente humano, tratando temas de lucha interna, memoria y la relación entre el individuo y su entorno. A lo largo de su carrera, ha demostrado un agudo interés por los aspectos sociales y emocionales de sus personajes, como lo vimos en Central Station y The Motorcycle Diaries, donde sus protagonistas atraviesan viajes tanto físicos como emocionales. En I Am Still Here, Salles sigue explorando estos temas, pero lo hace desde un contexto mucho más sombrío y realista, el de la dictadura militar brasileña, con la esperanza y el sufrimiento como elementos claves.


La película está ambientada en 1971, en un Brasil sumido en una brutal dictadura militar, y sigue a Eunice Paiva (interpretada por la magistral Fernanda Montenegro), una madre que intenta reconstruir su vida tras un acto de violencia arbitraria que destruye su familia. En medio de un régimen opresivo y una sociedad fracturada, Eunice lucha por encontrar su identidad y sobrevivir en un entorno marcado por el miedo y la represión. La estructura narrativa es lenta, pero efectiva, permitiendo que los momentos de tensión se construyan de manera orgánica, y transmitiendo el profundo dolor y la resistencia del personaje principal.


La relación entre los personajes, especialmente entre Eunice y su hija, Veroca, es el núcleo emocional de la película. La forma en que Salles retrata las heridas emocionales causadas por la dictadura se siente visceral y auténtica. El guion, escrito por Murilo Hauser y Heitor Lorega, está lleno de diálogos cargados de significado, pero también deja espacio para los silencios y las miradas, elementos fundamentales en la comunicación emocional de los personajes. Estos silencios, en lugar de restar tensión, aumentan la carga emocional, demostrando la astucia del guion en no sobrecargar de información verbal a la película.


La interpretación de Fernanda Montenegro es simplemente sobresaliente. Su Eunice es una mujer rota pero resiliente, cuya mirada transmite una compleja mezcla de desesperación, enojo y esperanza. Su habilidad para transmitir las emociones con una simple expresión facial o un gesto corporal demuestra una maestría actoral que, sin duda, la coloca como una de las grandes figuras del cine brasileño. En cuanto a los demás actores, Fernanda Torres, Selton Mello y Valentina Herszage, complementan perfectamente el elenco, aportando profundidad y humanidad a sus respectivos personajes.


El ritmo de la película es deliberadamente pausado, lo que permite que cada escena tenga un impacto profundo. Esta decisión, que algunos podrían considerar un tanto arriesgada, es efectiva, pues refleja la interminable lucha interna de los personajes. El montaje de Affonso Gonçalves y la dirección de fotografía de Adrian Teijido trabajan en perfecta armonía para capturar la atmósfera opresiva de la época, sumergiendo al espectador en un Brasil donde la libertad está en juego y la esperanza parece un lujo prohibido. Las imágenes de la película son elegantes pero llenas de tensión, con un contraste entre los colores sombríos de los exteriores y la calidez de los interiores, que subraya la dualidad emocional de los personajes.


La música de Warren Ellis es otro de los elementos que da forma a la atmósfera de la película. La partitura, delicada y minimalista, está compuesta por melodías que, aunque discretas, acentúan la intensidad de las escenas clave. En cuanto al diseño de vestuario de Claudia Kopke, se mantiene fiel a la época, ayudando a sumergir al espectador en el contexto histórico sin llamar demasiado la atención sobre sí mismo. Los trajes y los decorados son sencillos pero evocadores, lo que hace que la película se sienta aún más realista y cercana.


A lo largo de la película, Salles no solo cuenta la historia de una madre tratando de reconstruir su vida tras la violencia, sino que aborda la memoria colectiva, la represión política y el dolor como una experiencia compartida en una sociedad marcada por el miedo. La película se convierte en un testimonio no solo de la resistencia individual, sino también de la lucha por mantener viva la verdad histórica. El director no busca dar respuestas fáciles, sino más bien sumergir al espectador en una reflexión sobre cómo los traumas del pasado siguen impregnando el presente, y cómo el poder de la memoria es crucial para evitar que las injusticias se repitan.


En conclusión, I Am Still Here es una película profundamente emocional y desgarradora, pero también llena de belleza y humanidad. Salles logra capturar la brutalidad de un periodo histórico con una mirada íntima y conmovedora, mientras ofrece una historia universal sobre la lucha por la supervivencia, la familia y la memoria. La película nos deja con una sensación agridulce, recordándonos que el pasado nunca se olvida del todo y que, aunque el tiempo pase, las cicatrices de la violencia persisten. El mensaje que Salles transmite es claro: la historia debe ser recordada, no solo para no repetirla, sino también para sanar.


Xabier Garzarain 


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