“La tutoría desnuda los miedos adultos en el espejo de la infancia.”

En su primer largometraje, La tutoría, el cineasta noruego Halfdan Ullmann Tøndel aborda con audacia una temática tan compleja como polémica: la acusación de un niño de seis años de haber traspasado ciertos límites con su compañero de clase. Este incidente, cuyo trasfondo nunca se desvela del todo, sirve como detonante de un conflicto en el que afloran cuestiones como la sexualidad infantil, la culpabilidad y las zonas grises entre la violencia y el juego. La película invita al espectador a cuestionarse sus propios prejuicios, mientras explora los límites del control y la interpretación moral en el ámbito educativo y familiar.


Halfdan Ullmann Tøndel nació en Oslo en 1990 y lleva en su ADN el legado de sus abuelos: la legendaria actriz y directora Liv Ullmann y el icónico cineasta sueco Ingmar Bergman. Aunque inicialmente se resistió a seguir los pasos de su familia, finalmente encontró su vocación en el cine tras estudiar medios de comunicación y realizar varios cortometrajes que evidenciaron su talento para explorar las relaciones humanas desde una óptica introspectiva. Entre sus trabajos previos destacan Bird Hearts (2015), un cortometraje premiado en festivales internacionales por su retrato de las dinámicas emocionales de una pareja joven, y Fanny (2017), donde indaga en las tensiones familiares desde una mirada intimista. Su debut en el largometraje llegó con Armand (2024), un drama psicológico que explora el trauma infantil y los mecanismos de afrontamiento, y que le valió la Cámara de Oro en el Festival de Cannes.



Con La tutoría, Tøndel profundiza en temas ya presentes en su obra, como las relaciones de poder, la percepción de la culpa y la complejidad emocional del ser humano. Sin embargo, da un paso más allá al trasladar estas cuestiones al ámbito de la infancia, desafiando los tabúes que rodean a la sexualidad y el comportamiento infantil. Su estilo visual, caracterizado por planos cerrados y composiciones sobrias, recuerda la austeridad emocional del cine de Bergman, aunque su aproximación es más contenida y menos teatral.


El ritmo de La tutoría es deliberadamente pausado, permitiendo que la tensión se acumule de manera gradual a medida que los personajes intentan esclarecer lo ocurrido. La película prescinde de una estructura narrativa convencional, optando por una sucesión de escenas que capturan los momentos clave de las reuniones entre los padres, los profesores y la dirección del colegio. Este enfoque, cercano al teatro filmado, intensifica la claustrofobia emocional del relato, haciendo que el espectador se sienta atrapado en el mismo espacio de incertidumbre que los protagonistas. Los diálogos, cargados de subtexto, se convierten en el motor principal de la acción. Tøndel dosifica la información de manera estratégica, dejando que las sospechas y las interpretaciones subjetivas alimenten el conflicto. La ausencia de una resolución clara refuerza la idea de que, en situaciones de este tipo, la verdad absoluta es inalcanzable, y cada personaje proyecta sus propios miedos y prejuicios sobre los hechos. El director juega hábilmente con los silencios y las miradas, logrando que los momentos de mayor tensión no provengan tanto de lo que se dice, sino de lo que queda implícito. Este uso del lenguaje no verbal recuerda al cine de Michael Haneke, especialmente en películas como La cinta blanca, donde la represión emocional y la violencia latente configuran un retrato inquietante de la sociedad.


El reparto de La tutoría ofrece interpretaciones de gran nivel, destacando especialmente Renate Reinsve, conocida por su papel en La peor persona del mundo. Aquí interpreta a la madre de Armand, una mujer atrapada entre el deseo de proteger a su hijo y la presión social por demostrar su inocencia. Reinsve aporta una vulnerabilidad contenida que refleja las contradicciones y los dilemas morales de su personaje, evitando caer en estereotipos melodramáticos. Ellen Dorrit Petersen, en el papel de la madre de Jon, representa la otra cara del conflicto: una madre que busca justicia para su hijo, pero cuya propia inseguridad la lleva a cuestionar su capacidad para interpretar lo sucedido. Petersen transmite con sutileza la tensión entre la necesidad de comprender y el temor a descubrir una verdad incómoda. El joven Loke Nikolaisen, en el papel de Armand, demuestra una sorprendente naturalidad para su edad, logrando que su personaje resulte creíble tanto en los momentos de vulnerabilidad como en aquellos en los que su comportamiento genera dudas. La dirección de Tøndel con los actores infantiles es especialmente destacable, evitando cualquier dramatización excesiva y manteniendo un tono realista que refuerza la ambigüedad del relato.



Durante el rodaje, Tøndel adoptó un enfoque colaborativo, creando un ambiente de respeto y seguridad para que los actores pudieran explorar sus personajes sin sentirse juzgados. Esta metodología contrasta con el enfoque más exigente de su abuelo, Ingmar Bergman, conocido por su control meticuloso sobre las emociones de sus intérpretes. Sin embargo, ambos comparten la convicción de que la autenticidad emocional es esencial para conectar con el espectador. Una de las anécdotas más comentadas del rodaje fue la decisión de Tøndel de mantener a los actores infantiles alejados de los detalles más delicados del guion, permitiendo que sus reacciones fueran espontáneas y libres de condicionamientos. Este enfoque no solo preservó la naturalidad de sus interpretaciones, sino que también evitó cualquier posible incomodidad durante las escenas más tensas.


En cuanto a la puesta en escena, La tutoría destaca por su minimalismo visual. La fotografía, a cargo de Sturla Brandth Grøvlen, conocido por su trabajo en Victoria y Otra ronda, apuesta por una paleta de colores fríos y desaturados que refleja la atmósfera opresiva de la historia. La cámara, casi siempre en mano, sigue de cerca a los personajes, capturando sus gestos y expresiones con una proximidad casi invasiva. Este enfoque genera una sensación de incomodidad que refuerza la tensión dramática, recordando al cine de los hermanos Dardenne. Los encuadres, a menudo asimétricos y con espacios vacíos, subrayan la sensación de aislamiento y desconexión emocional que experimentan los personajes.


El diseño de producción, a cargo de Nina Bjerch Andresen, se caracteriza por su sobriedad y funcionalidad. Los escenarios principales —el aula, la sala de reuniones del colegio y las viviendas de los protagonistas— están decorados de manera austera, con tonos neutros y mobiliario sencillo que enfatizan el carácter cotidiano de la historia. Este realismo visual contribuye a que el espectador perciba los conflictos de los personajes como algo cercano y plausible. El vestuario, diseñado por Ellen Ystehede, también sigue esta línea naturalista, utilizando prendas comunes que refuerzan la idea de que los protagonistas podrían ser cualquier familia de clase media. Sin embargo, los matices cromáticos del vestuario no son arbitrarios: mientras los padres de Armand visten tonos más cálidos, que reflejan su deseo de proteger y comprender a su hijo, los padres de Jon optan por colores más fríos, simbolizando la distancia emocional que los separa de los demás.



La música, compuesta por Peter Raeburn, juega un papel crucial en la construcción de la atmósfera de la película. Alejándose de las partituras melódicas convencionales, Raeburn apuesta por una banda sonora minimalista basada en sonidos ambientales y acordes disonantes que generan una sensación constante de tensión. El uso de silencios es igualmente significativo, subrayando los momentos de mayor carga emocional y dejando espacio para que el espectador interprete las emociones de los personajes sin interferencias. Esta elección musical recuerda al trabajo de Jóhann Jóhannsson en Sicario, donde el sonido se convierte en un elemento narrativo más, capaz de transmitir emociones sin necesidad de palabras.


En términos temáticos, La tutoría dialoga con otras películas que han abordado los conflictos morales en el ámbito escolar, como La caza, de Thomas Vinterberg, o Después de Lucía, de Michel Franco. Sin embargo, mientras estas películas adoptan una perspectiva más explícita y directa, Tøndel prefiere dejar espacio para la ambigüedad, evitando ofrecer respuestas cerradas. Esta ambivalencia moral conecta con la tradición del cine escandinavo, donde la exploración de las zonas grises de la naturaleza humana ha sido una constante desde los tiempos de Bergman y Dreyer. La influencia de Haneke también es palpable, especialmente en la forma en que la película confronta al espectador con sus propios prejuicios y le obliga a cuestionar sus certezas morales.


En su conjunto, La tutoría es una obra que invita a la reflexión, planteando preguntas incómodas sin ofrecer respuestas fáciles. A través de una narrativa contenida y unas interpretaciones impecables, Halfdan Ullmann Tøndel logra capturar la complejidad de un conflicto en el que las emociones, los miedos y las expectativas de los adultos terminan por eclipsar las voces de los propios niños. La película nos recuerda que, en muchas ocasiones, la verdadera violencia no reside en los actos, sino en las interpretaciones que proyectamos sobre ellos. Con este debut, Tøndel no solo consolida su posición como una de las voces más prometedoras del cine contemporáneo, sino que también demuestra que es posible abordar temas tabú desde una perspectiva honesta y sin concesiones. Al final, La tutoría nos deja con una pregunta que resuena mucho después de que aparezcan los créditos: ¿hasta qué punto nuestra necesidad de encontrar culpables nos impide comprender la complejidad del comportamiento humano?


Xabier Garzarain 

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