“Nickel Boys: La esperanza muere a golpes, pero la rabia no pide perdón 💥✊🏿

 RaMell Ross, conocido por su fascinación con la belleza y la resistencia de las personas afroamericanas en contextos desafiantes, da un paso más allá en su carrera con Nickel Boys. Tras su aclamado debut documental Hale County This Morning, This Evening (2018), Ross se adentra en el terreno narrativo con una visión cinematográfica profundamente emocional, oscura y política, basada en la exitosa novela de Colson Whitehead. En esta obra, su particular mirada se une con la de Whitehead para crear una atmósfera cargada de tensión racial y de lucha interna. Esta película no es solo una reflexión sobre el pasado, sino una invitación a pensar en el presente, en los legados históricos que siguen determinando el futuro.

La carrera de RaMell Ross es una exploración de la vida de la comunidad afroamericana en los Estados Unidos, aunque su estilo ha evolucionado significativamente desde sus primeros trabajos. En Hale County This Morning, This Evening, Ross utilizó un enfoque visual que se aleja de las estructuras tradicionales del documental, optando por captar la cotidianidad de sus personajes a través de una lente poética y meditada. Aquí, en Nickel Boys, Ross muestra su capacidad para expandir ese estilo hacia el cine narrativo, preservando su compromiso con la autenticidad emocional, pero adentrándose en las complejidades de un guion más estructurado y un elenco más grande. La transición de Ross de la observación pasiva a la construcción de una narrativa más tradicional es intrigante. En Nickel Boys, aunque sigue manteniendo un ritmo pausado, el director implementa una narrativa más convencional, donde la trama tiene un camino claro, pero en la que las relaciones humanas siguen siendo el corazón del relato. Su evolución como cineasta se percibe en la forma en que fusiona sus influencias del cine documental con una estructura dramática que, aunque más controlada, no pierde la visceralidad y el compromiso con la verdad que caracterizó su primer trabajo.


El ritmo de Nickel Boys es, al igual que el de sus personajes, lento, pesado, pero determinado. Ross no se apresura a revelarlo todo. La película toma su tiempo para construir la atmósfera, para sumergir al espectador en el claustrofóbico mundo de la Nickel Academy, el reformatorio donde Elwood Curtis es enviado tras ser injustamente acusado. A medida que la historia se desarrolla, el espectador siente la tensión creciente: la frustración interna de Elwood al luchar por mantener sus principios en medio de la brutalidad del sistema, mientras que su compañero Turner se convierte en su contraposición, un recordatorio de la desesperanza que puede surgir cuando las luchas individuales parecen no llevar a ningún lado. La película mantiene un enfoque en las relaciones entre los personajes y sus interacciones dentro de un espacio cerrado. La lucha por la redención que Elwood persigue contrasta con la postura escéptica de Turner, quien ve la lucha como una ilusión. La complejidad de sus personajes, perfectamente equilibrada, refleja la contradicción de la humanidad ante sistemas opresivos: la esperanza frente al pragmatismo. Esta dualidad da un toque filosófico que enriquece la película.


A pesar de que la trama puede parecer simple, Ross logra que cada escena tenga peso. La historia se construye con calma, pero cada momento de la película es crucial para el desarrollo emocional de los personajes. La violencia, aunque presente, no se presenta de manera sensacionalista, sino que se siente como un inevitable subproducto de un sistema corrupto que aplasta la esperanza a cada paso.



Las interpretaciones en Nickel Boys son excepcionales. Ethan Herisse como Elwood es la pieza central de la película, y su trabajo es sobresaliente. Su Elwood es a la vez frágil y firme, un joven que mantiene sus principios incluso cuando el mundo le da razones para abandonarlos. La sutileza de Herisse al interpretar la lucha interna de Elwood, la sensación de sacrificio y la esperanza constante en medio de la desolación, le da una profundidad rara en personajes de su edad. Por otro lado, Brandon Wilson, como Turner, ofrece un contraste perfecto. Mientras que Elwood se aferra a sus sueños de justicia y redención, Turner es un pragmático que entiende que las reglas del sistema no son para ser cambiadas, sino simplemente para ser sobrevividas. La química entre ambos actores es palpable, y su relación se desarrolla de manera realista y conmovedora. Daveed Diggs, en el papel de Adult Elwood, también es fundamental para la película. Aunque su aparición es limitada, su presencia da una sensación de cierre a la narrativa, como un recordatorio de las cicatrices que los traumas del pasado dejan a largo plazo. Aunjanue Ellis-Taylor como Hattie, la madre de Elwood, aporta una interpretación matizada de una mujer atrapada entre el amor por su hijo y el conocimiento de las crueles realidades que enfrenta el joven.


El rodaje de Nickel Boys no estuvo exento de dificultades, especialmente debido a la atmósfera tensa que requería el guion. Los actores jóvenes, que interpretan a Elwood y Turner, pasaron largas horas en espacios que recreaban las condiciones de la Nickel Academy, lo que no solo los desafió físicamente sino también emocionalmente. Según entrevistas con el elenco, muchos actores mencionaron que, al igual que sus personajes, sentían una constante sensación de angustia mientras rodaban algunas de las escenas más intensas. Esta inversión emocional y física en sus papeles llevó a que muchos miembros del reparto se unieran más allá del set, forjando relaciones que reflejaban la amistad entre Elwood y Turner.



Nickel Boys se sitúa dentro de una tradición cinematográfica que incluye títulos como 12 años de esclavitud (2013) de Steve McQueen, La caza (2012) de Thomas Vinterberg o incluso El color púrpura(1985) de Steven Spielberg. Si bien el tratamiento de Ross es más sutil en términos de violencia, la película se adentra profundamente en la psique de los personajes, abordando el racismo sistémico de una manera que resuena en la sociedad contemporánea. La película también se asemeja a The Shawshank Redemption (1994) en su análisis de la amistad dentro de un sistema carcelario, pero aquí el enfoque no solo está en la redención personal, sino también en la resistencia frente a un sistema imparable.


La banda sonora, compuesta por Alex Somers, complementa a la perfección el tono de la película. La música minimalista refuerza la atmósfera melancólica y pesada del film. Los temas musicales se entrelazan con la narrativa visual, nunca sobrepasando el espacio de las imágenes, pero siempre presentes, como un reflejo de los pensamientos internos de los personajes. El vestuario, a cargo de Victoria Thomas, es un componente crucial para la inmersión en la época. A través de prendas sencillas y austeras, se refleja la opresión que los personajes enfrentan. Cada atuendo se convierte en una extensión de la prisión emocional que los personajes habitan, especialmente Elwood, cuya vestimenta, aunque limpia, parece siempre marcada por las cicatrices del sistema.


La fotografía de Jomo Fray es una de las grandes virtudes de Nickel Boys. El uso de planos amplios para capturar la austeridad del reformatorio, combinados con tomas más íntimas de los personajes, da un sentido de claustrofobia emocional. El contraste entre las escenas de luz y oscuridad simboliza la lucha entre la esperanza y la desesperanza. Cada elemento en el atrezo, desde los pasillos fríos hasta las viejas sillas de la escuela, refleja el desgaste y la deshumanización que atraviesan los personajes.


Nickel Boys es una película sobre la lucha, la resistencia y la esperanza en medio de la oscuridad. RaMell Ross ha logrado hacer una adaptación que no solo rinde homenaje a la novela de Whitehead, sino que también la transforma en una obra cinematográfica que habla de las realidades persistentes del racismo y la injusticia en los Estados Unidos. El director, a través de su enfoque visual único y su trabajo con los actores, consigue hacer de Nickel Boys una experiencia emocionalmente desgarradora, un grito contra el olvido histórico y una reflexión sobre la lucha constante por la redención y la igualdad. Esta película no solo nos cuenta una historia del pasado, sino que nos invita a pensar en cómo esas luchas siguen presentes hoy. Ross nos deja con la idea de que el racismo no es solo un problema del pasado, sino una batalla que sigue marcando el futuro.


Xabier Garzarain 

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