“Jane Austen arruinó mi vida:”entre tazas de té y páginas en blanco.

Con Jane Austen arruinó mi vida, Laura Piani firma su primer largometraje de ficción tras una trayectoria consolidada en cortos intimistas y series digitales centradas en la identidad femenina. Hasta ahora, su universo se había caracterizado por retratos delicados y contemporáneos de mujeres que se buscan a sí mismas, muchas veces a contracorriente. Este debut en el largo no solo mantiene esa mirada sensible y empática, sino que la amplifica en clave romántico-literaria, con el aroma de los clásicos y la torpeza encantadora de nuestra era digital.



La trama sigue a Agathe, interpretada con ternura y carisma por Camille Rutherford, una joven francesa que sueña con escribir y vivir un amor como los de Orgullo y prejuicio. El punto de partida es una librería con leyenda, Shakespeare & Co., casi un personaje más en esta historia que hace de los libros y las ilusiones su materia prima. Una invitación a la Residencia de Escritores Jane Austen en Inglaterra parece la solución perfecta a su bloqueo creativo… pero, como en toda buena comedia romántica, la llegada a la mansión georgiana marca el inicio del verdadero conflicto: inseguridades, expectativas rotas y un triángulo amoroso que la enfrenta a sus propias contradicciones.


Piani opta por un ritmo reposado, lejos del frenesí de las comedias románticas de algoritmo. La película se toma su tiempo para construir a sus personajes, para que las miradas, los silencios y los gestos hablen. A veces se siente algo irregular en su segunda mitad —sobre todo cuando se inclina hacia resoluciones predecibles—, pero hay algo honesto en esa manera de ir y venir, como si estuviera escrita a medida que avanza, igual que la novela que Agathe intenta terminar.


Camille Rutherford es el alma de la película. Su interpretación mezcla fragilidad, humor y una dignidad obstinada que recuerda a heroínas como Frances Ha o incluso a la Amélie de Jeunet, pero sin la afectación. Pablo Pauly (Félix) y Charlie Anson (Oliver) completan un triángulo que funciona más como catalizador de crecimiento personal que como combustible melodramático. Annabelle Lengronne, en el papel de Cheryl, la compañera de residencia sarcástica y brillante, ofrece algunas de las réplicas más certeras del guion. Como curiosidad: varias escenas se improvisaron parcialmente, especialmente las discusiones entre Agathe y Cheryl, para capturar una naturalidad que efectivamente se percibe.


Aunque el título podría hacernos esperar una sátira literaria o una crítica postmoderna, la película camina con delicadeza sobre el homenaje y la revisión. Dialoga con las adaptaciones austenianas más célebres —hay ecos visuales de Sentido y sensibilidad de Ang Lee y una música que coquetea con el piano de Emma (2020) de Autumn de Wilde)—, pero también con comedias románticas francesas como Romantics Anonymous o incluso Los sueños de Adele. Es una mezcla improbable y encantadora.


La dirección de arte, en manos de Agnès Sery, juega con las texturas suaves, los tonos pastel y los contrastes entre el París moderno y una Inglaterra de ensueño rural. Cada habitación, cada libro abierto, cada taza de té parece dispuesto con mimo. La fotografía de Pierre Mazoyer apuesta por la luz natural y los encuadres amplios en exteriores, reservando los interiores para colores cálidos, como si el hogar (aunque temporal) ofreciera siempre un refugio. La música de Peter Von Poehl, íntima y melódica, acompaña sin empujar; no interrumpe, sino que susurra.


Más allá del amor o de Jane Austen, Jane Austen arruinó mi vida es una película sobre encontrar la propia voz en medio del ruido de las influencias. Piani no cae en la trampa de glorificar la literatura como redención fácil: aquí escribir duele, confunde y a veces hiere, pero también salva. El mensaje final no tiene moraleja, sino un tono casi confesional: no hay fórmulas para el amor ni para escribir, solo momentos de verdad que se filtran, poco a poco, si uno aprende a escucharse.


Laura Piani debuta con una película sincera, luminosa y sin grandes aspavientos. Puede que no reinvente el género, pero aporta una sensibilidad que se agradece en tiempos de cinismo. Con una protagonista imperfecta y encantadora, Jane Austen arruinó mi vida es tanto una carta de amor a la literatura como una meditación sobre el autoengaño romántico y la necesidad de tomar la pluma, literal o figuradamente, para narrar nuestra propia historia.


Xabier Garzarain 

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