“Superman”: vuelve a volar alto.
Tras años de reinicios, promesas rotas y capas arrugadas, Superman por fin vuelve a volar. Y esta vez no lo hace entre explosiones vacias ni discursos pomposos, sino con algo mucho mas sencillo y mucho mas poderoso: humanidad. James Gunn, ese autor que convirtio a un mapache armado y a un grupo de desechos galacticos en una familia entrañable, da un paso al frente y nos entrega su obra mas limpia, mas luminosa, mas consciente. Su Superman no es solo una pelicula: es un manifiesto.
Gunn ha recorrido un camino insospechado. Empezo en los rincones del cine serie B, jugo con el gore, se rio de todo y de todos, y termino convirtiendose en el guardian sentimental de los incomprendidos. Guardianes de la Galaxia, The Suicide Squad, Peacemaker… sus personajes siempre han sido bichos raros buscando redencion. Pero ahora le ha tocado el mas dificil todavia: el heroe perfecto. El simbolo. El mito. Y en vez de deconstruirlo, lo ha mirado a los ojos. Y lo ha entendido.
La historia es conocida, pero aqui suena diferente. Un extraterrestre criado en Kansas que se pregunta quien es, a quien pertenece, que deber tiene con el mundo que lo acogio. Pero esta vez, el conflicto no es solo con los villanos. Es con la sociedad misma. Una sociedad cinica, agotada, que ya no cree en los heroes. Gunn no plantea a Superman como un dios ni como un martir, sino como alguien que elige hacer el bien aunque duela. Aunque no lo entiendan. Aunque lo juzguen. Esa es su fuerza. Esa es su luz.
David Corenswet no interpreta a Superman. Lo encarna. Tiene la nobleza de Reeve, la mirada perdida de Cavill, pero le suma una vulnerabilidad nueva, una duda hermosa. Rachel Brosnahan, como Lois, no es la tipica periodista atrevida. Es lista, es feroz, pero tambien es alguien que quiere creer. Y Nicholas Hoult… Hoult es un Lex Luthor escalofriante. Frio, clinico, casi vacio. Da miedo porque no grita. Porque razona. Porque podrias cruzartelo en un ascensor.
La pelicula avanza sin prisa, pero nunca se detiene. Hay accion, claro. Pero cada golpe tiene sentido. Cada vuelo tiene peso. Los secundarios —Hawkgirl, Mister Terrific, Metamorpho, The Engineer— aparecen y enriquecen el mundo sin robar el centro. Gunn no hace ruido con ellos: los integra. Los hace respirar dentro de la historia, no sobre ella.
La musica de John Murphy y David Fleming no busca himnos. Busca emociones. Te lleva sin imponerse. El traje, diseñado por Judianna Makovsky, es iconico pero sin nostalgia. Tiene presencia. Tiene alma. Y la fotografia de Henry Braham… que decir. Colores vivos. Luces limpias. Un cielo que parece de verdad. Esta es una pelicula que no tiene miedo al azul. Ni al rojo. Ni a la esperanza.
Se ha contado que Gunn quiso rodar la primera escena de vuelo con cables reales, sin CGI, para capturar de verdad lo que era volar. Ese detalle lo dice todo. Este no es un Superman de plastico. Es un Superman que toca el suelo. Que se mancha. Que elige volar porque si se queda abajo, la oscuridad lo devora.
Claro que dialoga con Man of Steel, pero donde Snyder caia en la gravedad, Gunn busca la gracia. Tambien conversa con The Batman de Matt Reeves, pero en lugar de hundirse en la noche, decide mirar al sol. Y eso, en estos tiempos, es revolucionario.
No, esta pelicula no viene a cambiar el genero. No lo necesita. Viene a recordarnos por que empezamos a creer en los heroes. Viene a recordarnos que ser bueno no esta pasado de moda. Que no hay que explicar la bondad. Que basta con vivirla.
Superman aqui no es un dios. No es un arma. Es un hombre que podria aplastarlo todo, y decide salvarlo. Una y otra vez. Aunque le duela. Aunque este solo. Aunque no lo aplaudan. Porque sabe que si no lo hace, nadie lo hara.
Y ese es el mensaje. No hay que esperar que el mundo merezca la esperanza. Hay que ofrecersela. Porque alguien tiene que empezar. Porque alguien tiene que creer primero.
Y si lo hace con capa, mejor.
Xabier Garzarain

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