“Golpes”: cuando el pasado vuelve a pegar primero.

 La trayectoria cinematografica de Rafael Cobos comienza a definirse en 7 virgenes (2005). Ahi ya estaba la calle. Ya estaba la urgencia. Ya estaba la juventud lanzada como un cuerpo sin refugio. Todo era instinto. Todo era herida abierta. Despues llega la isla minima (2014). El paisaje se vuelve barro. La Transicion deja de ser promesa. El thriller se transforma en retrato moral. La culpa se filtra entre los juncos como un animal silencioso que nunca termina de irse. Con Tarde para la ira (2016) la violencia cambia de forma. Ya no estalla. Se cocina por dentro. Se vuelve destino. El silencio empieza a pesar mas que los golpes. La venganza deja de ser un gesto y pasa a ser una condena lenta. En Modelo 77 (2022) la carcel ya no es solo un lugar. Se transforma en estado del alma. El encierro se vuelve colectivo. Todo un pais parece buscar aire dentro de un sistema cerrado. Y finalmente llega Golpes (2025). Aqui todo lo anterior deja de ser etapa. Todo se convierte en esencia. No hay demostracion. Hay madurez. No hay alardes. Hay pulso firme. Golpes no es un salto. Es una decantacion. Es su obra mas madura. La pelicula donde todas las heridas anteriores ya no sangran por separado. Ahora forman una sola cicatriz. Dura. Profunda. Definitiva.

Desde el primer plano el ritmo de la pelicula se instala como una respiracion contenida. No corre. Avanza. Empuja sin empujar. Cada escena añade un poco mas de peso sobre el pecho. Los silencios no descansan. Los silencios aprietan. Las secuencias no estallan. Se encadenan como oleajes que nunca rompen del todo. La tension no entra por sobresalto. Entra por desgaste. La pelicula no necesita prisas. Sabe que el final llegara sin necesidad de correr hacia el. El pulso de Golpes es el de una cuenta atras interior que nadie verbaliza pero todos sienten. Una marcha lenta hacia un lugar donde ya se intuye que no hay salida limpia.


Migueli entra en escena como un cuerpo que ya ha decidido no discutir con su propio destino. Luis Tosar lo construye desde el silencio. Desde la mirada cansada. Desde un cuerpo que camina con el peso de todo lo vivido antes de que la pelicula empiece. No busca redimirse. Busca coherencia aunque duela. Jesus Carroza es la chispa que nunca se apaga. El pasado que siempre esta a punto de prender. Teresa Garzon sostiene la dignidad rota. Cristina Alcazar vive entre la fe y el derrumbe. Carlos Bernardino ancla la historia a lo cotidiano. Cristalino y Mafo aportan una verdad fisica que no se puede fingir. Nadie parece actuar. Todos parecen sobrevivir. La interpretacion no busca lucimiento. Busca verdad. Y la encuentra en cada gesto minimo. En cada mirada que se baja. En cada palabra que duele mas por lo que calla que por lo que dice.


La historia avanza como una huida sin mapa. Migueli sale de prision con la idea de mirar al futuro. Pero el pasado entra siempre primero en cada puerta. Sevilla no es un decorado. Es una trampa luminosa. El dinero es el pretexto visible. El motor real es otro mas antiguo. La necesidad de seguir siendo quien uno cree que es aunque eso signifique arder. El golpe no es un triunfo. Es un ritual de regreso. El hermano policia no es solo el obstaculo. Es el espejo mas cruel. El recordatorio de todas las vidas posibles que ya no seran. La tragedia no nace del choque. Nace de la imposibilidad de desviarse. Cada decision empuja un poco mas hacia un lugar sin retorno.


La fotografia de Sergi Vilanova no ilumina el mundo. Lo roza. Lo desgasta. La noche no protege. La noche devora las siluetas. El dia no salva. El dia deja ver con mas crudeza. Todo parece haber sido tocado por el tiempo antes de ser filmado. Hay polvo en la luz. Hay sombra en los reflejos. Hay una belleza cansada que se filtra sin pedir permiso. No hay postal. Hay herida. Una herida fotografiada con una precision que no busca elegancia sino verdad. Cada plano parece respirar el mismo cansancio interior que arrastran los personajes.


La musica de Bronquio no funciona como una banda sonora al uso. Funciona como un pulso interno que atraviesa la pelicula desde dentro. Bronquio es Francisco Rodriguez. Nace en Jerez de la Frontera. Viene del choque entre la electronica mas oscura el noise el hip hop radical y la investigacion sonora. No compone desde la limpieza. Compone desde la friccion. Desde la textura. Desde la herida convertida en identidad. Su musica no acompaña las imagenes. Las muerde. Las empuja. A veces late como un corazon acelerado bajo el pecho del relato. Otras veces se retira para que el silencio duela mas. No hay melodia que tranquilice. Hay pulsaciones que inquietan. Oleajes sonoros que sostienen la tension incluso cuando no pasa nada visible. La musica no decora. Mantiene abierta la herida. Convierte cada escena en una vibracion interior que no se apaga cuando la imagen termina.


Golpes dialoga con el cine quinqui y con el cine criminal desde una conciencia adulta. Ya no hay mitificacion. Hay consecuencia. Vibra el eco de Perros callejeros (1977). La juventud corriendo hacia el abismo sin conciencia de final. Se reconoce la sombra de Navajeros (1980). La violencia como gesto precoz. Resiste la herida de El pico (1983). La droga y la herencia familiar sellando el destino. Golpes recoge esa genealogia. La somete al paso del tiempo. Le arranca el romanticismo. La deja en carne viva. Aqui la marginalidad no es leyenda. Es una jaula que se hereda.


El atrezo construye un mundo con memoria en cada objeto. Coches cansados que ya no prometen huida. Bares donde el humo parece haberse quedado a vivir en las paredes. Sucursales que se perciben como trincheras modernas. Pisos donde la esperanza se apoya en muebles gastados. Pasillos donde el eco pesa mas que los pasos. Puertas que chirrian como si guardaran secretos viejos. Todo habla de una España que arranca los ochenta con hambre de futuro y demasiadas sombras pegadas a los talones. Nada parece colocado. Todo parece vivido.


Golpes es una pelicula sobre la herencia invisible del daño. Sobre la dificultad de romper con lo aprendido cuando lo aprendido ha sido sobrevivir a base de golpes. Sobre el peso de la identidad cuando se confunde con el pasado. Rafael Cobos no juzga a sus personajes. Tampoco los absuelve. Los mira. Les permite caminar hasta el fondo de si mismos con una dignidad secreta incluso en el error. La pelicula no habla solo de robos. Habla de tiempo robado. Habla de oportunidades amputadas. Habla de futuros que nunca llegan a formularse porque nadie enseño a imaginar otra vida. Cuando la pantalla se queda en negro no hay alivio. Hay un eco. Una vibracion lenta que sigue dentro del pecho. Golpes no tranquiliza. Acompaña. No responde. Interroga. No cierra heridas. Las deja abiertas para que el espectador decida que hacer con ellas. Y en esa incomodidad sostenida vive su verdad mas honda. Su belleza mas dura. Su golpe mas profundo.


Xabier Garzarain 

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